lunes, 17 de marzo de 2008

( * ) Inmortalidad y Venganza



Ya que estoy en esto de la Fantasía Medieval, presento a ustedes algo de este estilo explorando una faceta diferente, esta vez la poética. Poesía oscura y de renacimiento y venganza, inspirada también en mi esposa.


Como alma de fénix renacida de las cenizas
Llegué a tu puerta temblando por el miedo y la timidez
Al verte a los ojos un fuerte rugido sacudió mi pecho cual ángel caído del cielo
Luego de cruenta batalla con los demonios de la oscuridad.

La furia de todos los titanes encadenados a las entrañas de la tierra
Son brisa cálida de verano comparado al poder de mi enojo
Cada vez que te veo alejarte e internarte en la oscuridad
Cada vez que otros ojos te miran, cual si te tocaran asquerosos tentáculos de infernales criaturas.

En el libro de las sombras escrito estaba desde el inicio
Que mi alma renacería al amanecer de los nuevos días
Tomaría vida con el sol y obtendría su poder de la noche
Criaturas nocturnas somos y hacia las estrellas volamos.

Me burlo de la muerte, escupo su pálida y podrida cara
Y me elevo de las brumas, porque la luz de tus ojos me hace inmortal
En mi primera muerte caí con el corazón dentro de mi puño furioso
Esperando tu venida que me diera las fuerzas para enfrentar el caos infernal.

—¡Soy inmortal! —Grité a los cuatro vientos y mi voz como rugido de dragón
Viajó a desde lo más claro de la luz hasta las profundidades del averno
Para que sepan vivos y muertos
Que la muerte sobre mí nunca triunfó.

Rompiste tus alas de mariposa y las quemamos en las grietas del destino
De las cenizas renacieron
Dos pares de alas de dragón, poderosas, hermosas y centellantes
Con ellas volaremos siempre tú y yo hasta el reino de los inmortales.

De nuestros pozos beberemos
Ambrosía y aguamiel
Para celebrar nuestro triunfo
Y conminar al infierno a nuestros enemigos.

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jueves, 13 de marzo de 2008

( * ) La última batalla


Esta es una historia que escribí hace mucho tiempo al conocer a mi esposa, me sentí inspirado y estaba influenciado por las aventuras épicas que libraba con los amigos jugando rol. Ahora, saco a la luz esta historia para reafirmar la inmortalidad del amor. Te amo Fabricia.



Veo el cielo cubierto de plateadas nubes hechas girones al amanecer, a lo lejos veo volver al explorador que envié para observar al ejército enemigo, no soy hombre de creer en rumores, pero una corazonada me impulsó a pensar que podría ser cierto lo que dijo esa extraña mujer. Lo veo aproximarse, no parece cabalgar erguido, sacudo la cabeza desechando las malas sospechas pero sus sangrantes vestiduras me dan la contraria— ¡Ha sido herido a traición! —. Puedo ver la flecha de penacho negro en la parte baja de su espalda al momento que se desploma de su caballo, me apeo del mío y llego hacia él junto con mi primer oficial; apoyo mi rodilla en la arena húmeda, mi fiel soldado, con el rostro entumecido por el viento frío y por la sangre perdida, me estremezco, puedo sentir ese frio mortal en mis propias venas, la brisa del mar nos trae ese olor a sal, sal que se verterá sobre nuestras heridas para que queden marcadas por la eternidad, para no olvidar.
—Mi señor, estamos perdidos, nada hay por hacer, son muchos más que nosotros, he sido visto por sus exploradores de avanzada y me han herido de muerte, regresemos a casa, estamos perdidos, he ofrendado mi vida por el reino, no entregues por favor la tuya también, he sido hombre solitario, y nadie habrá de llorarme, tú, en cambio, el pueblo entero depende de ti, eres la guía, sus vidas dependen de tu … —No pudo continuar, tosió y una burbuja de sangre brotó de su boca.
—No hables muchacho —Interrumpí—, no ha llegado tu hora.
—Mi vista está nublada, mi señor —logró interpelar con dificultad—. Sus vidas dependen de tu supervivencia, no arriesgues lo que tus ancestros… —tosió una vez más, y luego otra vez, la arena recibió su sangre, mis manos recibieron su cuerpo inerte, y el cielo su alma sacrificada.

Los valientes hombres que me acompañan están cansados del viaje, poco acostumbrados a la humedad de este clima de costa que los ahoga, llevan en sus rostros la determinación de la bravura amargamente mezclada con el cansancio y la añoranza de la tierra seca.

Mi primer oficial, se aproxima, pone rodilla a tierra y con la mirada sombría dice con voz cansada pero decidida —Mi señor, seremos fieles hasta la muerte, lucharemos a tu lado, bajo el emblema del Dragón Centellante, mejor morir de pie que vivir de rodillas —. Baja la cabeza, observa al explorador que yace sobre la playa, cierra los ojos, aspira profundamente como tomando fuerzas y agrega—. El pobre Giwjan estaba cansado, habló por las heridas, la falta de sangre le nubló los sentidos, no me lo imagino intentando no ser valiente o intentando hacer un llamado absurdo a la retirada, hemos venido hasta estas costas a evitar el avance del enemigo —hizo una pausa, tragó saliva y añadió con la voz seca —. O a morir en el intento.

En mi mente está tu imagen, la primera imagen que tuve de ti, la primera impresión, la primera vez que vi un ángel bajado del cielo, aquel día que entré en la posada, sediento y con hambre, después de una larga campaña, volví a casa, volví a mis tierras, y te encontré, como se encuentra un tesoro largamente buscado, como se encuentra un camino cuando se ha vagado sobre dunas de sal, como se encuentra la luz en las tinieblas, como un ave que por fin encuentra la rama ideal del árbol perfecto para su nido. Ahí estabas tú, bella, hermosa, radiante, Vanimaiel pronunciaron mis labios sin saber porqué utilizando un lenguaje antiguo y perdido en las arenas del tiempo, tu rojiza cabellera sujeta con delicados lazos de cuero, tu vestido amplio de otoñales colores, estrellas y lunas adornando tu cintura, y la más bella sonrisa jamás vista en todo el reino, y quizás en ningún otro reino sobre la tierra. Me era imposible dejar de mirarte, eres un hechizo hecho mujer, inevitable enamorarse de ti, difícil escapar al abismo de tu mirada, no se puede cerrar los ojos ante el enceguecedor fulgor de tu rostro. Escogí un asiento, te acercaste a mí y nuestras miradas se cruzaron, se unieron, establecimos un lazo, observaste la fresca cicatriz en mi frente, y me ofreciste comida y bebida, y yo, que aún no salía del asombro, solamente atiné a asentir con la cabeza. Yo que había enfrentado a poderosos enemigos, grandes guerreros, terribles hordas de bárbaros, nunca me había sentido tan vulnerable como aquel día frente a tu mirada.

Ahora siento miedo, no miedo a la muerte, no al enemigo, mas es el miedo a no volver a verte, miedo a no contemplar nuevamente tu rostro que sería como no volver a ver el cielo. Entonces un juramento germina en mi pecho: traspasaré las barreras de la muerte, franquearé los muros del infierno y volveré a ti, volveré a la calidez de tus abrazos y a la ternura de nuestros hijos, juro por ellos dos, y por el que está en camino, y por el amor que te tengo que volveré, porque el día que de ti me enamoré y logré que me amaras, supe que sería inmortal.

Levanto la rodilla de la arena, miro con firmeza a mi primer oficial, doy una asentimiento que me imagino debe ser sombrío así que intento sonreír, junto con ese atisbo de sonrisa le digo que ah llegado la hora.

—Hermanos míos —Alzo la voz y me aseguro de que todos me oigan, al tiempo que voy avanzando hacia mi caballo— hemos llegado hasta aquí a proteger lo que es nuestro por derecho, a proteger el legado ancestral y a proteger a quienes nos dan la razón para vivir. Quiero que miren al hombre que tiene cada uno a su lado, vean en sus ojos —hago una brevísima pausa para montar—. Verán en esos ojos, la mirada de un hombre que está dispùesto a morir, que entregará el aliento y que recorrerá este sendero de muerte junto con ustedes, verán en esa mirada, la mirada de sus hijos, la mirada de sus esposas, la de su Rey —.Desenfundo la espada y su reluciente hoja brilla como tocada por algún hechizo al reflejar los primeros rayos del sol, la elevo y añado —: Dragones, la inmortalidad es nuestra pero hay que ganárnosla, y esta playa no la habrá de entregar —. A mi grito de batalla responden mis tropas con un rugido animal propio de su estirpe, somos mucho menos numéricamente que el enemigo invasor que ha desembarcado cerca de esta playa, pero confío que el ánimo infundido nos haga parecer más.

Algo a retrasado al Duque y su ejército del norte, con quienes se supone debíamos encontrarnos en este lugar, pero tenemos que hacer frente, detener su avanzada, no podemos dejar que lleguen a las ciudades, el enemigo no esperará y no tendrá piedad.

—¡Larga vida al rey! —se oye el grito animado de mi primer oficial cuando caigo en la cuenta de que el enemigo está próximo
—¡Por Ilfirin! —rugen las tropas.
Espoleo mi caballo, señalo al enemigo con la espada y los cuatrocientos hombres a mi mando, inician una carrera mortal. Se inicia la cruenta y sangrienta carnicería, muchos caen, mi espada ha batido a muchos de ellos, de pronto una flecha de oscuro penacho alcanza su objetivo, atraviesa mi armadura y el amargo veneno se mezcla con mi sangre, caigo de mi caballo y se nublan mis ojos, me aferro a tu pañuelo que tengo atado en mi guantelete, grito tu nombre y escucho el cuerno que anuncia la llegada de las tropas del Duque. Pero ya es muy tarde para mí, la oscuridad cubre mis ojos y entrego el alma.

** -- **

Muchas generaciones han pisado aquella playa de ese país lejano del cual solamente tengo vagos recuerdos que vienen a mí en mis pesadillas, han pasado siglos desde aquel distante día, he cruzado, como lo prometí, los límites de la muerte, en busca de tu amor sincero, puro y verdadero. Te volví a encontrar, en circunstancias más felices que el pie de guerra que nos atormentaba en aquellos días de incertidumbre, pero no por ello, circunstancias diferentes, tú ahí, derramando carisma, hechizando con tu sonrisa, cautivando con tu mirada, contemplaste la fresca cicatriz que llevaba, pero esta vez no en la frente, sino en el corazón, me sentí otra vez vulnerable, y supe que te había encontrado, eras tú inya lisse Vanimaiel, y tú, que no habías escuchado mi juramento, te negabas a creer, tenías tus dudas y me pediste una prueba, te enseñé la imagen que llevo bajo mi piel, fiel reflejo de la imagen que siempre llevé en mi corazón para poder reconocerte cuando te viera. Me había tatuado un ángel con tu rostro sin haberte encontrado en esta vida. Yo no pedí pruebas, sabía que eras tú y aunque no las pedí, me las diste, me ayudaste a descubrir los antiguos versos que habíamos creado para nuestras nupcias, conocías los versos tan bien como yo, juntos volvimos a escribir y recitar el Cantar de los Inmortales.

Hoy soy feliz, plenamente, completamente, sin embargo hay algo aún que nos falta traer a nuestro reino, los suaves pasitos de pequeños pies descalzos que nos buscan tiernamente, las pequeñas manos que se sujetan de las nuestras para no caer en sus primeros días, el dulce trino de sus risas resonando por toda nuestra casa. Pero muy pronto Vanimaiel, muy pronto estarán nuevamente con nosotros y esta vez no nos separaremos, y aunque la muerte nos lo quiera impedir, le diremos que somos inmortales.


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jueves, 6 de marzo de 2008

El Señor de los Anillos



boomp3.comMucho se ha escrito, dicho, discutido y filmado sobre esta fabulosa saga. Todo a propósito de la película que se hizo, me permito aquí hacer un poco de jactancia personal al afirmar que estos libros llegaron a mí mucho tiempo antes de que se hicieran las tres películas sobre ellos. Estuve leyendo un artículo de revista, y creo recordar que fue el año 1997, época en la qu
e estaba comenzando a dar mis primeros pasos como jugador de rol con la segunda edición de Calabozos y Dragones. Tal artículo era una serie de entrevistas a algunas personas que habían leído el libro y que eran coleccionistas de miniaturas y algunos de ellos también jugadores de Rol, había una pequeña reseña al Libro y a su autor y comenzaba diciendo que lo que hizo que Tolkien se animara a escribir este libro era hacer la continuación de un cuento (uno muy largo que luego terminó siendo novela) "El Hobbit" que había comenzado a escribir para su hijo. Decía que Tolkien habíe escrito en un pedazo de papel esta frase "En un agujero en el suelo vivía un hobbit", y que a partir de ella fue construyendo una trama fantástica que no solo encandiló a su hijo, si no aun gran número de personas a nivel mundial.

Este post tiene doble intención, la segunda es comentar el libro, pero la primera y más poderosa razón es hacer mi humilde homenaje a Gary Gygax, quien el 04 de marzo, se ha unido inevitablemente a los Inmortales a la edad de 69 años. Este tejedor de ilusiones es quien, inspirado en historias épicas y fantásticas como es El Señor de los Anillos, nos ha entregado un juego cuya única limitación es la propia imaginación de los participantes. Muchos de los que alguna vez jugamos D&D hemos inspirado nuestros personajes y aventuras emulando las habilidades del mago Gandalf (nunca igualable por cierto), del intrépido ranger/guerrero Aragorn, el hábil luchador élfico Légolas, o el más grande de los en
anos Gimly (disculpen, no es un chiste, me gustan los juegos de palabras). Muchos Amos del Calabozo inspiraron sus villanos de aventura en las oscuras artes de Sauron. Quién de nosotros no se divertía pateando orcos, previa la siempre divertida de "Ah, sólo son unos orcos". Horas interminables de juego y tertulia, la mayor parte de mis más grandes y mejores amigos los he conocido gracias al rol, gente de bien, gente instruida y culta. Gracias Gary por crear un juego al que siempre pude llamar un Sano Vicio, un vicio que te pega a la lectura y despierta la curiosidad y la creatividad. Un juego que puede ayudar a muchos a plantear paralelismos con la vida y resolver sus problemas y conflictos del mundo real en un mundo de juego. Gracias a Gygax tengo a grandes amigos, Christian, mi primer DM, ahora muy felizmente casado (por fin, tío, ya era hora); Alfredo el pollito, eterno ladrón de ochenta mil habilidades; Stuart, el bardo de creatividad ilimitada; Christopher, cada personaje tuyo era de locura como el jocker aquel; Lucho, el paladín de la espada cevichera; Carlitos, el sombra espía; Freddy, porqué no puedo recordar tu personaje más característico? Fico, el tanquecito-ambulancia, un enano sacerdote que siempre iniciaba las aventuras con la consigna de volverse asquerosamente rico; Andy, el gigante que una vez tuve que encoger mágicamente para que pueda salir de no sé que cueva en la que nos habíamos metido. Yo mismo me convertí en DM alguna vez y gracias a eso comencé a escribir la historia del juego que lideraría, Gary y su invento despertó mi creatividad y le estoy agradecido pues esa curiosidad es la que me ha animado a ser un contador de historias. Y como puse ya en una respuesta al post del Fabber: Gracias Gary por las aventuras, gracias por la ilusión, gracias por los amigos y las largas tertulias.

Tomo ahora el segundo motivo de este post, Al verme frente a tres libros gruesos como biblias, me desconcerté y hasta casi me desanimo, es la verdad, nunca había leído libros tan extensos hasta entonces, no obstante, me lancé y abrí la primera página, y luego la segunda y poco a poco y sin darme cuenta ya estaba inmerso en una historia mágica. Tolkien es un genio de la narrativa y la imaginación. Cuando vas leyendo el libro, las palabras parecen convertirse en imágenes, Tolkien casi no te dice nada, todo lo muestra, las descripciones son tan precisas y tan detalladas que puedes “ver” hasta las piedras de los caminos por donde andan sus personajes.


Es sorprendente que años después, cuando se hiciera la película, muchos de los que habíamos leído la obra coincidimos en que la gran mayoría de escenas visuales quedaron tal y como las habíamos imaginado leyendo. Tolkien, no solamente ha logrado una narración interesante y rica en detalles, ha logrado crear caracteres con marcadas personalidades. Y estos personajes tenían que andar en un mundo, que no es el nuestro. Aquí nos sorprende otra vez el genio del autor, pues ha creado un mundo, complejo y diverso, con razas, lenguajes y climas diversos. La trama es igualmente interesante, ha sido capaz de construir intriga para una historia cuyo final podríamos fácilmente adivinar, me refiero a lo siguiente: Sabíamos que Frodo lograría su objetivo, pero el hecho genial está en cómo el autor cuenta la historia, cómo enlaza las historias periféricas, cómo divide la trama principal y la vuelve a unir, está el dramatismo de las escenas mostradas. Siempre sostendré que el Señor de los Anillos es un libro mágico, me arrastró desde el encanto de la comarca y me hizo caminar por la tierra de Mordor sin darme cuenta de los signos de puntuación o de la tipografía, era como si hubiese sido absorbido por sus páginas y como si hubiera contemplado las escenas como un testigo neutral aun que con muchas ganas de intervenir en las grandes batallas épicas que se narran. Altamente recomendado, una experiencia completamente distinta a la película, sin desmerecer el trabajo de Peter Jackson y compañía.

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lunes, 3 de marzo de 2008

Informativo: Narratopedia

Esta vez voy a salirme un poco de mi papel de Contador de Historias, pues he encontrado algo interesante en la Web y que me gustaría compartir. Esto está orientado sobre todo a quienes, como yo, estamos en el intento de escribir. Se trata de Narratopedia, una iniciativa que nació en la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia y cuyo padre es el profesor Jaime Alejandro Rodríguez, cuyo nombre, confieso, hasta ahora no había escuchado ni leído. Este profesor es ganador del premio Literaturas en Español, del Texto al Hipermedia, con su obra OnLine Golpe de Gracia.

La iniciativa se ve interesante y lo más bonito del asunto es que es libre, no hay más que inscribirse y comenzar a contar historias, una nueva puerta a la fértil densidad de las Oportunidades.

La nota completa haciéndo click aqui.


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domingo, 2 de marzo de 2008

Comentario: El canto del Crepúsculo

La edad dorada de la ciencia ficción nos ha dado a Lester del Rey. Pongo aquí uno de sus cuentos escrito en 1967 en el que nos muestra junto con una impecable redacción, su propia visión de la humanidad como raza contaminante y su tendencia a la destrucción. Aun que no podría decir que se trata precisamente de un relato de especulación científica, es en realidad una visión autocrítica si uno se considera humano. Para quien no lo haya leído, no voy a adelantar detalles que le estropeen el final de la historia.

El canto del Crepúsculo
Lester del Rey


Cuando alcanzó la superficie del pequeño planeta, incluso las heces de su poder se habían agotado. Ahora descansaba, extrayendo reluctantemente y con lentitud un poco de fuerza del amarillo sol que brillaba en los verdes prados a su alrededor. Sus sentidos estaban debilitados por un cansancio definitivo, pero el miedo que había aprendido de los Usurpadores lo empujaba en busca de algún nuevo atisbo de refugio.

Se dio cuenta de que era un mundo pacífico, y ese descubrimiento avivó su miedo. En sus días jóvenes había apreciado una multitud de mundos donde el juego del flujo y el reflujo de la vida podía ser jugado hasta el fondo. Era entonces un universo lleno de vitalidad por donde vagabundear. Pero los Usurpadores no soportaban los rivales en su propia ilimitada avidez. La paz y el orden que reinaban en aquel lugar significaban que aquel mundo les había pertenecido.

Los buscó vacilante mientras un leve soplo de energía fluía dentro de él. No había ninguno allí en aquel momento. Hubiera podido captar inmediatamente la presión de su cercana presencia, y no había el menor rastro de ello. Las lisas y herbosas extensiones se abrían ante él en interminables praderas y campos hasta las distantes colinas. Había estructuras de mármol en la lejanía, de blancura resplandeciente al sol del atardecer, pero estaban vacías; su desconocida finalidad había sido alterada hasta convertirse en un simple decorado sobre aquel planeta ahora abandonado. Su atención regresó; cruzó un riachuelo hasta el otro lado del amplio valle.

Allí descubrió el jardín. Rodeado por un muro bajo, sus kilómetros y kilómetros de extensión estaban llenos de bosques dispuestos aparentemente como una reserva. Pudo sentir la agitación de vida animal de apreciable tamaño entre las ramas y a lo largo de los senderos sinuosos. Faltaba el alborotado vigor de toda auténtica vida, pero su abundancia podía ser suficiente para enmascarar su propio vestigio de fuerza vital en caso de búsqueda profunda.

Al menos era un refugio mejor que esta pradera descubierta. Deseaba dirigirse hacia allí, pero el peligro de traicionarse con su movimiento lo mantuvo inmóvil donde estaba. Había pensado que su anterior escapatoria estaba asegurada, mas estaba aprendiendo que incluso él podía equivocarse. Aguardó mientras buscaba una vez más indicios de una trampa de los Usurpadores.

Había aprendido la paciencia en la prisión que los Usurpadores habían diseñado para él en el centro de la galaxia. Había reunido furtivamente sus energías mientras preparaba su evasión en torno a la repugnancia de los otros en tomar la decisión final. Luego se había proyectado fuera en una trayectoria que hubiera debido llevarle hasta mucho más allá de los límites de su dominio en el universo. Y había descubierto su fracaso antes incluso de haber podido recorrer la distancia hasta el extremo de aquel brazo en espiral de una fortaleza galáctica. Sus redes de detección estaban por todas partes, al parecer. Sus grandes líneas de captación de energía formaban una red demasiado fina para ser cruzada.

Las estrellas y los mundos estaban unidos entre sí, y sólo una serie de milagros le habían permitido llegar hasta tan lejos. Y ahora su pérdida de energía hacía que la prosecución de tales milagros estuviera fuera de su alcance. Desde que casi habían fracasado en atraparle y secuestrarle, habían aprendido demasiado.

Ahora buscaba delicadamente, temeroso de activar alguna alarma, pero más temeroso aún de no detectar su existencia. Desde el espacio, aquel mundo había ofrecido la única esperanza en su aparente inmunidad a sus redes. Sin embargo, entonces sólo había dispuesto de microsegundos para comprobarlo.

Finalmente, hizo regresar a sus percepciones. No podía captar la menor evidencia de sus cebos y sus detectores allí. Había empezado a sospechar que ni siquiera sus mayores esfuerzos iban a ser suficientes ahora, pero no podía hacer más. Lentamente al principio, y luego en una repentina acometida, se proyectó hacia el laberinto del parque.

Nada procedente de los cielos le golpeó. Nada surgió del centro del planeta para detenerle. No hubo ninguna interrupción en el susurro de las hojas y el canto de los pájaros. Los sonidos animales continuaron. Nada pareció consciente de su presencia en el jardín. En un tiempo eso hubiera sido impensable en sí mismo, pero ahora extrajo de ello algo de alivio. En aquel momento no debía ser más que una sombra, ilocalizado e ilocalizaba a su paso.

Algo avanzó sendero abajo hacia donde descansaba, haciendo resonar ligeramente sus cascos, que apenas rozaban la alfombra de hojas muertas. Alguna otra cosa saltó rápidamente por entre la maleza del borde del camino.

Dejó que su atención se fijara en ellas cuando ambas salieron al sendero juntas. Y un frío horror lo rodeó.

Una era un conejo, que en aquel momento mordisqueaba las hojas de trébol que allí había mientras agitaba sus largas orejas y avanzaba su rosado hocico. El otro era un joven venado, llevando aún las manchas de cervatillo. Cualquiera de ellos hubiera podido ser hallado en cualquiera de miles de mundos. Pero ninguno habría sido exactamente del tipo que tenía ante él.

Aquel era el Mundo del Encuentro… el planeta donde había descubierto por primera vez a los antepasados de los Usurpadores. ¡De todos los mundos en la apestada galaxia, había tenido que ir a buscar aquél como refugio!

En los lejanos días en que él poseía toda su gloria eran meros salvajes, confinados en aquel único mundo, procreando y siguiendo su camino hacia la legítima autodestrucción de todos los salvajes como ellos. Y sin embargo había algo extraño en ellos, algo que entonces llamó su atención y despertó incluso una vaga piedad.

Debido a esa piedad, había tomado a unos pocos de ellos y los había conducido hacia la elevación. Hasta había alimentado poéticos sueños de hacer de ellos sus compañeros y sus iguales, puesto que las expectativas de vida de su sol estaban tocando a su fin. Había respondido a sus gritos de socorro y les había proporcionado al menos algo de lo que necesitaban para dar sus primeros pasos hacia la dominación del espacio y la energía. Y le habían recompensado con un orgullo arrogante que negaba incluso el menor rastro de gratitud. Finalmente, los había abandonado a su propio salvaje fin y se había marchado a otros mundos, para realizar proyectos más amplios y ambiciosos.

Aquélla había sido su segunda locura. Habían avanzado ya demasiado en su camino hacia el descubrimiento de las leyes que controlan el universo. De un modo u otro, incluso evitaron su propia autodestrucción. Tomaron los mundos de su sol y los lanzaron hacia delante, hasta que pudieron competir con él por los mandos que él había hecho suyos. Ahora los poseían todos, y él no tenía más que aquel minúsculo lugar allí en el mundo de ellos…. por un cierto tiempo al menos.

El horror de constatar que aquél era el Mundo del Encuentro menguó un poco al recordar con qué facilidad sus crecientes hordas poseían y abandonaban mundos sin ninguna razón aparente. Y de nuevo sus comprobaciones le demostraron que no había ninguna evidencia de ellos allí. Empezó a relajarse de nuevo, sintiendo una súbita esperanza en lo que había sido temporalmente desesperación. Con toda seguridad, ellos también pensarían que aquél era el único planeta donde él jamás iría a buscar refugio.

Apartó a un lado sus temores y empezó a dirigir sus pensamientos hacia el único camino que podía ofrecerle esperanzas. Necesitaba energía, y la energía era algo disponible en cualquier lugar no tocado por las redes de los Usurpadores. Había sido drenada al espacio durante eones, una dilapidación de energía que podía hacer estallar soles o crearlos en legiones. Era energía para escapar, quizás incluso para prepararse finalmente a enfrentarse con ellos con ciertas posibilidades de obligarles a una tregua, si no de conseguir una victoria. Si podía conseguir unas pocas horas sin ser detectado, podría atraer y retener aquella energía para sus necesidades.

¡Empezaba a tenderse para alcanzarla cuando el cielo retumbó y el sol pareció oscurecerse por un momento!

El miedo que anidaba en él asomó a la superficie y lo envió a ocultarse lejos de la visión del cielo antes de poder controlarlo. Pero por un breve momento hubo aún un rastro de esperanza en él. Podía tratarse de un fenómeno causado por su propia necesidad de energía; quizás había empezado a atraer la energía demasiado intensamente, demasiado ávido de fuerza.

Luego el suelo se agitó, y entonces supo.

No había engañado a los Usurpadores. Sabían que estaba allí… nunca lo habían perdido. Y le habían seguido con toda su enorme falta de sutileza. Una de sus naves exploradoras había aterrizado, y el explorador vendría a buscarlo.

Luchó por controlarse, y lo consiguió lo suficiente como para hacer que su miedo penetrara en lo más profundo de él. Luego, con un cuidado que no agitó ni una brizna de hierba ni una hoja sobre una ramita, empezó a retroceder, buscando las densas espesuras del centro del jardín, allí donde la vida era más intensa. Con aquello para protegerle, podría al menos absorber un débil hilillo de energía, la fuerza suficiente para rodearse de una sutil aura animal que le permitiera ocultarse entre las bestias. Algunos exploradores de los Usurpadores eran jóvenes e inmaduros. Si era uno de ellos podría engañarlo y tal vez se fuera. Luego, antes de que su informe llegara a los demás, podría tener una oportunidad…

Supo que aquel pensamiento no era más que un deseo, no un plan, pero se aferró a él mientras se cobijaba entre la espesura en el centro del jardín. Y entonces incluso ese deseo le fue arrebatado.

El sonido de pasos era firme y seguro. Se oía el crujir de ramas rompiéndose mientras los pasos se acercaban, sin la menor desviación de la línea recta. Inexorablemente, cada firme zancada llevaba al Usurpador más cerca del lugar donde se había ocultado. Ahora había un débil resplandor en el aire, y los animales escapaban en todas direcciones llenos de terror.

Sintió los ojos del Usurpador sobre él, y se obligó a apartarse de aquel conocimiento. Y como el miedo, descubrió que había aprendido la plegaria de los Usurpadores; rezó desesperadamente a la nada que conocía, y no hubo respuesta.

- ¡Sal! Este suelo es un lugar sagrado y tú no puedes permanecer en él. Hemos emitido nuestro juicio y se ha preparado un lugar para ti. ¡Sal y déjame llevarte hasta allí!

La voz era suave, pero tenía una fuerza que congeló incluso el susurrar de las hojas.

Dejó que la mirada del Usurpador lo alcanzara finalmente, y la plegaria en él era muda y dirigida hacia fuera… y sin esperanzas, como sabía que debía ser.

- Pero… - Las palabras eran inútiles, más la amargura en su interior obligó a las palabras fuera de él. - Pero ¿por qué? ¡Yo soy Dios!

Por un momento, algo parecido a la tristeza y a la piedad asomó a los ojos del Usurpador. Luego desapareció, mientras llegaba la respuesta.

- Lo sé. Pero yo soy el Hombre. ¡Ven!

Finalmente asintió, en silencio, y le siguió despacio, mientras el amarillo sol se ocultaba tras los muros del jardín.

Y aquellos fueron el crepúsculo y la mañana del octavo día.


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