miércoles, 23 de julio de 2008

( * ) La Despedida


Este es un cuento urbano que podría ocurrirle a cualquiera, no olviden colocar los cerrojos y "que la noche os sea propicia".

- Hola, Nico. Después de tiempo ¿Verdad?
- Perdone, señorita, creo que me confunde con alguien más.
- No, no lo creo, yo siempre recuerdo una cara, y otros detalles —dice la mujer con una sonrisa más que coqueta, el intervenido y desconcertado sujeto traga saliva y pone cara de pánico, la cual intenta disimular—.
- Aún creo que se equivoca, señorita. Yo no me acuerdo de usted, es más ni por asomo me parece familiar su rostro.
- Ay, Nico, por favor, no te molestes en disimular, veo que estás solo, o sea, no veo a nadie a tu lado, no tienes por qué fingir que no me conoces, a menos que tu esposa o novia ande por otro pasillo del supermercado.
- Mujer, por favor, baja la voz, no seas indiscreta —el tipo menea la cabeza y alza la mirada en un gesto de incredulidad— ¿Qué pasó con eso de máxima discreción?
- ¡Ajá!, sabía que eras tú, no podía estar equivocada, yo raras veces olvido a alguien, querido, y de ti me acuerdo especialmente.
- Te dije que bajaras la voz, por lo que más quieras, baja la voz.
- Ok baby, tranquilo.
- Ya, bueno, soy yo, Nico no es mi nombre pero sí, me acuerdo de ti. ¿Contenta? Ahora desaparece.
- No, no estoy contenta.
- Era una pregunta retórica. —Se da un palmazo en la frente y mira a su alrededor.
- Ay, Nico, o como te llames, qué graciosa fue esa noche, cuando se lo contamos a las demás chicas del B. no paramos de reír hasta el día siguiente. Eres toda una celebridad, ¡te cuento ah! Todas querían conocerte.
- Maldita noche, será para burlarse en mi cara, seguramente.
- No. ¿Cómo crees? —La ironía no podía ser disimulada, sobre todo en una lengua tan indiscreta—. Pero dime. ¿Llegaron a tomar la foto tus amigos? Por que si es así, y las quieren publicar en Internet tienes que pedirles que no se muestre mi cara, ah, ya sabes cómo son estas cosas, además creo que no es difícil con ese programa de la computadora, ¿cómo se llama? Fotoshó, creo. ¿No?
- Sí, eso, pero no te preocupes, no llegaron a tomar ninguna foto, estaban más ocupados en revolcarse de la risa. Malditos, ya me vengaré.
- Ay, por favor, no seas así, yo creo q sólo era una broma, querían tomarte la foto mientras tú y yo hacíamos cositas ricas —La mujer lanza una palmada fuerte en la espalda del ya demasiado avergonzado “Nico” a la vez que suelta una grosera carcajada—. Pero las cosas se dieron así pues, Nico.
- Ya cállate por Dios, todo el supermercado nos está mirando. —“Nico” hunde su cabeza entre sus hombros como si así pudiera ocultarse, se agacha y se da cuenta que lo poco que lleva en el carrito tampoco lo camufla.
- Siempre me acuerdo y siempre lo cuento a todos mis clientes. Ese depa era del que se iba a casar, ¿no? El pobre ni había comprado muebles, tengo que confesarte ahora que nunca lo había hecho en el suelo pelado, y por supuesto, nunca lo llegamos a hacer realmente, estabas sentado ahí en el suelo apoyado a la pared y yo te lo estaba chupando. Mira, déjame decirte que yo nunca me había esmerado tanto ah, porque normalmente no me tocan clientes guapos. Contigo era otra cosa, pues, realmente me gustaste.
- Mira, por favor, no quiero que me cuentes esto que yo ya sé de sobra.
- No, pero espérate pues, es que quiero explicarte, no quiero quedar mal. Entonces, cuando yo escuché que se abría la puerta y todo ese ruido que hacían tus patas, ¡pucha, me asusté pues!, entonces justo te estaba apretando con los labios porque ya parecía que ibas a terminar y cuando volteo para ver por qué tanto ruido, me doy cuenta que tengo el condón en la boca. Todos me miraron y se empezaron a cagar de risa, seguro por mi cara de susto y con un condón vacío en la boca, entonces veo que se ríen peor y más fuerte y volteo y te veo ahí derramando toda tu lechita en el piso.
- Y el huevón de Julio que había recibido su depa recién tres días antes con su piso de DD, me quería matar.
- Ay sí, pobrecito —La mujer no paraba de reír y llamar la atención de todos los clientes del supermercado— ¿Y qué se te dio por agarrar esa chalina que estaba en la esquina junto con todas las mochilas y casacas?
- Es que yo sabía que esa chalina se la había regalado el cura, director del colegio, por ser bien chancón, al huevas de Toño, y yo sabía también que eso de entrar a tomar la foto era idea suya. De alguien tenía que vengarme pues.
- Ay, Nico, Nico, ¿ya ves? Recordar es volver a vivir.
- Carajo, ya quisiera no recordar eso, y quisiera que toda esa sarta de patanes se olvide también, pero me queda de consuelo que no llegaron a tomar la foto y que le cagué la chalina a Toño limpiando el piso. —Ahora “Nico” sonríe con picardía, mira a la mujer y le dice que ya debería olvidar esa historia.
- Bueno, trataré, pero no te prometo nada. —Hace una pausa, abre su cartera y saca una tarjeta rosada— Llámame, a ver si terminamos lo que comenzamos ese día —.Le da un beso chiquito en los labios a Nico y se va—
- Belinda Samadoval, consultora de belleza —lee la tarjeta en voz baja, sonrié y se dice a sí mismo— de consultora nada, carajo, que bien encubierto tiene el negocio esta pendenciera —. Mira la tarjeta, hace una mueca y la guarda en su billetera.


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martes, 24 de junio de 2008

( * ) El Destino de los Olvidables


Advertencia, la que sigue es una narración triste, oscura y no debe ser, bajo ninguna circunstancia, interpretada, o tomada como apología. Es simplemente el producto de mi imaginación.



“Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina”– suena el estribillo en mi cabeza, lo tarareo mentalmente, medito sobre el significado. ¡Cuánta razón tiene, carajo! De verdad, nada ni nadie puede escapar a un destino común, nada es eterno.

Los científicos dicen que la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma. He meditado al respecto, pues es inevitable tratar de unir las dos ponencias o, en todo caso, tratar de confrontarlas. Si una piedra es ahora piedra, y con el paso de los años, golpe tras golpe, en un continuo rodar y un continuo sometimiento a la erosión, luego se transforma en arena, sigue siendo la misma materia, pero como piedra ha dejado de existir, ya no sirve como tal, ya no puede ser cargada en el cuero de una resortera y servir como proyectil de caza, si alguna vez fue plana, ya no puedes tomarla y lanzarla para dar botes sobre la superficie de un lago. Ahora se te escurre entre los dedos, ora se te mete en los ojos con el soplar del viento.

Qué pasará con nuestros cuerpos cuando dejen de ser piedras rodantes. Cuando no seamos más que polvo dentro de un nicho. ¿Nos habremos acaso simplemente transformado? O nos hemos destruido y dejado de existir y nos escurrimos cual arena entre los dedos de las memorias de quienes tendrían que recordarnos.

El recuerdo es frágil, la memoria desvanece lo que no tiene presente en lo cotidiano, eso impulsó a muchos antiguos a hacer cosas increíblemente inmensas, grandes hazañas se hicieron simplemente en nombre de la inmortalidad, habían motivos que empujaban a las personas a querer ser inmortales, algunos lo lograron, Cervantes, Atila, Aquiles, Lennon, Mozzart, y tantos más. Otros se desvanecieron en el tiempo como si nunca hubieran existido, pasaron por este mundo como muchos otros ahora pasamos, sin pena, sin gloria, sin notoriedad, sin motivación, sin esperanza.

Somos los demás como fantasmas, somos como simples patas de un ciempiés, ayudamos a que algo se mueva en el mundo, pero el mundo puede moverse tranquilamente sin nosotros, los olvidables, los prescindibles, los que sobran.

Le quitamos aire útil a un mundo que podría respirar mejor si no usásemos su oxígeno para hacer funcionar maquinarias corporales inútiles y despreciables. Consumimos recursos que bien podrían dotar de mejores condiciones a existencias más notables.

Le robamos la oportunidad de ser felices a seres que merecen serlo, en nuestro inútil intento por seguir existiendo, por el simple instinto de supervivencia, nos convertimos en parásitos de nuestra propia especie.

Por eso caminé sobre aquella calzada sin cuidado, llegué hasta este lugar y ahora, contemplando el mar a lo lejos, sintiendo el viento en mis ojos que se llenan de lo que alguna vez fueron piedras, quizá hasta fueron montañas, me doy cuenta de la insignificancia de mi existir, me doy cuenta de que soy sólo un grano de arena que cuando me haya transformado, el viento llevará y me posará en los ojos de alguien más, aún en ese instante seguiré siendo una molestia, un fragmento de mierda del que sólo quiere uno deshacerse y que olvida pasados unos pocos instantes.

Me quede o me vaya, me mantenga o me transforme, exista o no, da lo mismo, contemplo el pavimento allá abajo, vuelvo a mirar el inmenso mar, otra vez el pavimento y me doy cuenta de que en ese instante, me habré convertido en una molestia más, alguien tendrá que limpiar ese desorden, ese amasijo de huesos rotos y de inmundicia desparramada. Si me quedo sobre el puente, tendré que volver sobre mis pasos y continuar siendo un parásito de la felicidad y de las oportunidades que otros, mejores que yo, podrían aprovechar.

Aquí, en caída libre iré, dejo esta nota para que, quien quiera seguirme, encuentre más motivos para ir detrás de mí. O para que pueda ser digno de tomar las oportunidades y arrancarlas de las manos de otros que inevitablemente habrán de seguirme.


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viernes, 2 de mayo de 2008

La poesía encadenada

Hola a todos. Sin salirme de la corriente literaria del blog, voy a atreverme a coquetear una vez más con la poesía, pero esta vez en una idea un tanto diferente. Quiero, esta vez, que sea algo digamos "Interactivo". Voy a dejar lo que podría ser el inicio de un verso, y cada quien puede ir completándolo posteando comentarios. Vamos a ver los distintos rumbos que toma el texto de acuerdo a cómo se conciben los previos en la cabeza de cada uno. Espero que les parezca interesante y ojalá se enganchen a la idea... corran la voz.






Ese agridulce recuerdo golpeaba a la puerta cerrada de sus reflexiones.
Recuerdo hondo como un abismo donde cae en las noches,
rozando caricias, besos y promesas que alguna vez fueron historia feliz
en un tiempo que ya no esta.
(gracias Alneida)
Aquella fugaz historia que existió, experiencias consigo trajo,
tanto alegría como amargura
recaen sobre la efimera capa del recuerdo que eres hoy. (gracias Wantanboy)


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domingo, 27 de abril de 2008

( * ) Días y Pasos


Después de una prolongada ausencia, ajena a mi voluntad, estoy de retorno en la blogósfera. Esta vez les traigo un cuento más corto de lo habitual. Estuve viendo el otro día una película llamada “My blueberry nights”, (cuidado, lo que sigue puede malograrte la película si planeas verla, aunque el cuento en sí, no delata nada de la película) Es una historia que empieza triste pero tiene final feliz. Me sorprendió ver a Norah Jones actuando, y no lo hace mal. El punto es que aun que la historia sea feliz, traté de enfocarme en la parte triste que la origina. ¿Qué se diría a sí misma la protagonista en los primeros minutos?

Dejo esta historia tipo monólogo mental a consideración, espero que les guste, igualmente, toda crítica es bienvenida.





Diente roto, pie titubeante:
la confianza en el pérfido, el día de la angustia,
como quitar el vestido en día helado,
poner vinagre sobre el salitre,
es cantar canciones a un corazón triste
.
Proverbios 25:19-20.



Pasos rutinarios, son estos pasos que andas todos los días, cuando estos pasos de pronto los andas tomando decisiones, elaborando planes y proyectos para armar o desarmar, para construir o deshacer, entonces se convierten en pasos fuera de la rutina normal. Al día siguiente son éstos, pasos históricos, pasos para recordar.

Hay días como el que fue ayer, pero pocos como hoy, pues hay días en que uno toma decisiones drásticas y luego no pasan de ser ideas y proyectos echados al olvido, y siempre es por cobardía. Y luego vives arrepintiéndote de no haber hecho lo correcto en el momento indicado.

Hoy anduviste sobre los pasos históricos, aquellos rutinarios que se convirtieron en decisivos. Hoy, cada uno de esos pasos te duele, cada uno de esos pasos tiene una navaja filosa que se hunde en el alma como si ésta fuera de mantequilla. Quisieras desandar estos pasos, pero no puedes, no debes. Pues estos dolorosos pasos te llevaron a la verdad.

La verdad, dicen, libera. Y sientes que la verdad te purifica. Lo hace como el fuego de la hoguera que purifica a la víctima de una inquisición a quien se ha condenado sin cometer falta ni pecado. Fuego doloroso, fuego mortal, fuego que te despierta del sueño de una vida despreocupada, y por mucho que desees que sea más bien la entrada en una pesadilla de la cual puedes escapar con sólo abrir los ojos, no es así, al abrir los ojos la cruel realidad se te caga de risa en la cara y la verdad se asoma con esa macabra mueca.

Hay pasos y días como los de ayer, hay pasos y días como los de hoy, y hay condenados que deben andarlos una y otra vez. Penitencia implacable como lección de vida para no olvidar que nadie está libre del dolor y la desesperanza.


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lunes, 17 de marzo de 2008

( * ) Inmortalidad y Venganza



Ya que estoy en esto de la Fantasía Medieval, presento a ustedes algo de este estilo explorando una faceta diferente, esta vez la poética. Poesía oscura y de renacimiento y venganza, inspirada también en mi esposa.


Como alma de fénix renacida de las cenizas
Llegué a tu puerta temblando por el miedo y la timidez
Al verte a los ojos un fuerte rugido sacudió mi pecho cual ángel caído del cielo
Luego de cruenta batalla con los demonios de la oscuridad.

La furia de todos los titanes encadenados a las entrañas de la tierra
Son brisa cálida de verano comparado al poder de mi enojo
Cada vez que te veo alejarte e internarte en la oscuridad
Cada vez que otros ojos te miran, cual si te tocaran asquerosos tentáculos de infernales criaturas.

En el libro de las sombras escrito estaba desde el inicio
Que mi alma renacería al amanecer de los nuevos días
Tomaría vida con el sol y obtendría su poder de la noche
Criaturas nocturnas somos y hacia las estrellas volamos.

Me burlo de la muerte, escupo su pálida y podrida cara
Y me elevo de las brumas, porque la luz de tus ojos me hace inmortal
En mi primera muerte caí con el corazón dentro de mi puño furioso
Esperando tu venida que me diera las fuerzas para enfrentar el caos infernal.

—¡Soy inmortal! —Grité a los cuatro vientos y mi voz como rugido de dragón
Viajó a desde lo más claro de la luz hasta las profundidades del averno
Para que sepan vivos y muertos
Que la muerte sobre mí nunca triunfó.

Rompiste tus alas de mariposa y las quemamos en las grietas del destino
De las cenizas renacieron
Dos pares de alas de dragón, poderosas, hermosas y centellantes
Con ellas volaremos siempre tú y yo hasta el reino de los inmortales.

De nuestros pozos beberemos
Ambrosía y aguamiel
Para celebrar nuestro triunfo
Y conminar al infierno a nuestros enemigos.

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jueves, 13 de marzo de 2008

( * ) La última batalla


Esta es una historia que escribí hace mucho tiempo al conocer a mi esposa, me sentí inspirado y estaba influenciado por las aventuras épicas que libraba con los amigos jugando rol. Ahora, saco a la luz esta historia para reafirmar la inmortalidad del amor. Te amo Fabricia.



Veo el cielo cubierto de plateadas nubes hechas girones al amanecer, a lo lejos veo volver al explorador que envié para observar al ejército enemigo, no soy hombre de creer en rumores, pero una corazonada me impulsó a pensar que podría ser cierto lo que dijo esa extraña mujer. Lo veo aproximarse, no parece cabalgar erguido, sacudo la cabeza desechando las malas sospechas pero sus sangrantes vestiduras me dan la contraria— ¡Ha sido herido a traición! —. Puedo ver la flecha de penacho negro en la parte baja de su espalda al momento que se desploma de su caballo, me apeo del mío y llego hacia él junto con mi primer oficial; apoyo mi rodilla en la arena húmeda, mi fiel soldado, con el rostro entumecido por el viento frío y por la sangre perdida, me estremezco, puedo sentir ese frio mortal en mis propias venas, la brisa del mar nos trae ese olor a sal, sal que se verterá sobre nuestras heridas para que queden marcadas por la eternidad, para no olvidar.
—Mi señor, estamos perdidos, nada hay por hacer, son muchos más que nosotros, he sido visto por sus exploradores de avanzada y me han herido de muerte, regresemos a casa, estamos perdidos, he ofrendado mi vida por el reino, no entregues por favor la tuya también, he sido hombre solitario, y nadie habrá de llorarme, tú, en cambio, el pueblo entero depende de ti, eres la guía, sus vidas dependen de tu … —No pudo continuar, tosió y una burbuja de sangre brotó de su boca.
—No hables muchacho —Interrumpí—, no ha llegado tu hora.
—Mi vista está nublada, mi señor —logró interpelar con dificultad—. Sus vidas dependen de tu supervivencia, no arriesgues lo que tus ancestros… —tosió una vez más, y luego otra vez, la arena recibió su sangre, mis manos recibieron su cuerpo inerte, y el cielo su alma sacrificada.

Los valientes hombres que me acompañan están cansados del viaje, poco acostumbrados a la humedad de este clima de costa que los ahoga, llevan en sus rostros la determinación de la bravura amargamente mezclada con el cansancio y la añoranza de la tierra seca.

Mi primer oficial, se aproxima, pone rodilla a tierra y con la mirada sombría dice con voz cansada pero decidida —Mi señor, seremos fieles hasta la muerte, lucharemos a tu lado, bajo el emblema del Dragón Centellante, mejor morir de pie que vivir de rodillas —. Baja la cabeza, observa al explorador que yace sobre la playa, cierra los ojos, aspira profundamente como tomando fuerzas y agrega—. El pobre Giwjan estaba cansado, habló por las heridas, la falta de sangre le nubló los sentidos, no me lo imagino intentando no ser valiente o intentando hacer un llamado absurdo a la retirada, hemos venido hasta estas costas a evitar el avance del enemigo —hizo una pausa, tragó saliva y añadió con la voz seca —. O a morir en el intento.

En mi mente está tu imagen, la primera imagen que tuve de ti, la primera impresión, la primera vez que vi un ángel bajado del cielo, aquel día que entré en la posada, sediento y con hambre, después de una larga campaña, volví a casa, volví a mis tierras, y te encontré, como se encuentra un tesoro largamente buscado, como se encuentra un camino cuando se ha vagado sobre dunas de sal, como se encuentra la luz en las tinieblas, como un ave que por fin encuentra la rama ideal del árbol perfecto para su nido. Ahí estabas tú, bella, hermosa, radiante, Vanimaiel pronunciaron mis labios sin saber porqué utilizando un lenguaje antiguo y perdido en las arenas del tiempo, tu rojiza cabellera sujeta con delicados lazos de cuero, tu vestido amplio de otoñales colores, estrellas y lunas adornando tu cintura, y la más bella sonrisa jamás vista en todo el reino, y quizás en ningún otro reino sobre la tierra. Me era imposible dejar de mirarte, eres un hechizo hecho mujer, inevitable enamorarse de ti, difícil escapar al abismo de tu mirada, no se puede cerrar los ojos ante el enceguecedor fulgor de tu rostro. Escogí un asiento, te acercaste a mí y nuestras miradas se cruzaron, se unieron, establecimos un lazo, observaste la fresca cicatriz en mi frente, y me ofreciste comida y bebida, y yo, que aún no salía del asombro, solamente atiné a asentir con la cabeza. Yo que había enfrentado a poderosos enemigos, grandes guerreros, terribles hordas de bárbaros, nunca me había sentido tan vulnerable como aquel día frente a tu mirada.

Ahora siento miedo, no miedo a la muerte, no al enemigo, mas es el miedo a no volver a verte, miedo a no contemplar nuevamente tu rostro que sería como no volver a ver el cielo. Entonces un juramento germina en mi pecho: traspasaré las barreras de la muerte, franquearé los muros del infierno y volveré a ti, volveré a la calidez de tus abrazos y a la ternura de nuestros hijos, juro por ellos dos, y por el que está en camino, y por el amor que te tengo que volveré, porque el día que de ti me enamoré y logré que me amaras, supe que sería inmortal.

Levanto la rodilla de la arena, miro con firmeza a mi primer oficial, doy una asentimiento que me imagino debe ser sombrío así que intento sonreír, junto con ese atisbo de sonrisa le digo que ah llegado la hora.

—Hermanos míos —Alzo la voz y me aseguro de que todos me oigan, al tiempo que voy avanzando hacia mi caballo— hemos llegado hasta aquí a proteger lo que es nuestro por derecho, a proteger el legado ancestral y a proteger a quienes nos dan la razón para vivir. Quiero que miren al hombre que tiene cada uno a su lado, vean en sus ojos —hago una brevísima pausa para montar—. Verán en esos ojos, la mirada de un hombre que está dispùesto a morir, que entregará el aliento y que recorrerá este sendero de muerte junto con ustedes, verán en esa mirada, la mirada de sus hijos, la mirada de sus esposas, la de su Rey —.Desenfundo la espada y su reluciente hoja brilla como tocada por algún hechizo al reflejar los primeros rayos del sol, la elevo y añado —: Dragones, la inmortalidad es nuestra pero hay que ganárnosla, y esta playa no la habrá de entregar —. A mi grito de batalla responden mis tropas con un rugido animal propio de su estirpe, somos mucho menos numéricamente que el enemigo invasor que ha desembarcado cerca de esta playa, pero confío que el ánimo infundido nos haga parecer más.

Algo a retrasado al Duque y su ejército del norte, con quienes se supone debíamos encontrarnos en este lugar, pero tenemos que hacer frente, detener su avanzada, no podemos dejar que lleguen a las ciudades, el enemigo no esperará y no tendrá piedad.

—¡Larga vida al rey! —se oye el grito animado de mi primer oficial cuando caigo en la cuenta de que el enemigo está próximo
—¡Por Ilfirin! —rugen las tropas.
Espoleo mi caballo, señalo al enemigo con la espada y los cuatrocientos hombres a mi mando, inician una carrera mortal. Se inicia la cruenta y sangrienta carnicería, muchos caen, mi espada ha batido a muchos de ellos, de pronto una flecha de oscuro penacho alcanza su objetivo, atraviesa mi armadura y el amargo veneno se mezcla con mi sangre, caigo de mi caballo y se nublan mis ojos, me aferro a tu pañuelo que tengo atado en mi guantelete, grito tu nombre y escucho el cuerno que anuncia la llegada de las tropas del Duque. Pero ya es muy tarde para mí, la oscuridad cubre mis ojos y entrego el alma.

** -- **

Muchas generaciones han pisado aquella playa de ese país lejano del cual solamente tengo vagos recuerdos que vienen a mí en mis pesadillas, han pasado siglos desde aquel distante día, he cruzado, como lo prometí, los límites de la muerte, en busca de tu amor sincero, puro y verdadero. Te volví a encontrar, en circunstancias más felices que el pie de guerra que nos atormentaba en aquellos días de incertidumbre, pero no por ello, circunstancias diferentes, tú ahí, derramando carisma, hechizando con tu sonrisa, cautivando con tu mirada, contemplaste la fresca cicatriz que llevaba, pero esta vez no en la frente, sino en el corazón, me sentí otra vez vulnerable, y supe que te había encontrado, eras tú inya lisse Vanimaiel, y tú, que no habías escuchado mi juramento, te negabas a creer, tenías tus dudas y me pediste una prueba, te enseñé la imagen que llevo bajo mi piel, fiel reflejo de la imagen que siempre llevé en mi corazón para poder reconocerte cuando te viera. Me había tatuado un ángel con tu rostro sin haberte encontrado en esta vida. Yo no pedí pruebas, sabía que eras tú y aunque no las pedí, me las diste, me ayudaste a descubrir los antiguos versos que habíamos creado para nuestras nupcias, conocías los versos tan bien como yo, juntos volvimos a escribir y recitar el Cantar de los Inmortales.

Hoy soy feliz, plenamente, completamente, sin embargo hay algo aún que nos falta traer a nuestro reino, los suaves pasitos de pequeños pies descalzos que nos buscan tiernamente, las pequeñas manos que se sujetan de las nuestras para no caer en sus primeros días, el dulce trino de sus risas resonando por toda nuestra casa. Pero muy pronto Vanimaiel, muy pronto estarán nuevamente con nosotros y esta vez no nos separaremos, y aunque la muerte nos lo quiera impedir, le diremos que somos inmortales.


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jueves, 6 de marzo de 2008

El Señor de los Anillos



boomp3.comMucho se ha escrito, dicho, discutido y filmado sobre esta fabulosa saga. Todo a propósito de la película que se hizo, me permito aquí hacer un poco de jactancia personal al afirmar que estos libros llegaron a mí mucho tiempo antes de que se hicieran las tres películas sobre ellos. Estuve leyendo un artículo de revista, y creo recordar que fue el año 1997, época en la qu
e estaba comenzando a dar mis primeros pasos como jugador de rol con la segunda edición de Calabozos y Dragones. Tal artículo era una serie de entrevistas a algunas personas que habían leído el libro y que eran coleccionistas de miniaturas y algunos de ellos también jugadores de Rol, había una pequeña reseña al Libro y a su autor y comenzaba diciendo que lo que hizo que Tolkien se animara a escribir este libro era hacer la continuación de un cuento (uno muy largo que luego terminó siendo novela) "El Hobbit" que había comenzado a escribir para su hijo. Decía que Tolkien habíe escrito en un pedazo de papel esta frase "En un agujero en el suelo vivía un hobbit", y que a partir de ella fue construyendo una trama fantástica que no solo encandiló a su hijo, si no aun gran número de personas a nivel mundial.

Este post tiene doble intención, la segunda es comentar el libro, pero la primera y más poderosa razón es hacer mi humilde homenaje a Gary Gygax, quien el 04 de marzo, se ha unido inevitablemente a los Inmortales a la edad de 69 años. Este tejedor de ilusiones es quien, inspirado en historias épicas y fantásticas como es El Señor de los Anillos, nos ha entregado un juego cuya única limitación es la propia imaginación de los participantes. Muchos de los que alguna vez jugamos D&D hemos inspirado nuestros personajes y aventuras emulando las habilidades del mago Gandalf (nunca igualable por cierto), del intrépido ranger/guerrero Aragorn, el hábil luchador élfico Légolas, o el más grande de los en
anos Gimly (disculpen, no es un chiste, me gustan los juegos de palabras). Muchos Amos del Calabozo inspiraron sus villanos de aventura en las oscuras artes de Sauron. Quién de nosotros no se divertía pateando orcos, previa la siempre divertida de "Ah, sólo son unos orcos". Horas interminables de juego y tertulia, la mayor parte de mis más grandes y mejores amigos los he conocido gracias al rol, gente de bien, gente instruida y culta. Gracias Gary por crear un juego al que siempre pude llamar un Sano Vicio, un vicio que te pega a la lectura y despierta la curiosidad y la creatividad. Un juego que puede ayudar a muchos a plantear paralelismos con la vida y resolver sus problemas y conflictos del mundo real en un mundo de juego. Gracias a Gygax tengo a grandes amigos, Christian, mi primer DM, ahora muy felizmente casado (por fin, tío, ya era hora); Alfredo el pollito, eterno ladrón de ochenta mil habilidades; Stuart, el bardo de creatividad ilimitada; Christopher, cada personaje tuyo era de locura como el jocker aquel; Lucho, el paladín de la espada cevichera; Carlitos, el sombra espía; Freddy, porqué no puedo recordar tu personaje más característico? Fico, el tanquecito-ambulancia, un enano sacerdote que siempre iniciaba las aventuras con la consigna de volverse asquerosamente rico; Andy, el gigante que una vez tuve que encoger mágicamente para que pueda salir de no sé que cueva en la que nos habíamos metido. Yo mismo me convertí en DM alguna vez y gracias a eso comencé a escribir la historia del juego que lideraría, Gary y su invento despertó mi creatividad y le estoy agradecido pues esa curiosidad es la que me ha animado a ser un contador de historias. Y como puse ya en una respuesta al post del Fabber: Gracias Gary por las aventuras, gracias por la ilusión, gracias por los amigos y las largas tertulias.

Tomo ahora el segundo motivo de este post, Al verme frente a tres libros gruesos como biblias, me desconcerté y hasta casi me desanimo, es la verdad, nunca había leído libros tan extensos hasta entonces, no obstante, me lancé y abrí la primera página, y luego la segunda y poco a poco y sin darme cuenta ya estaba inmerso en una historia mágica. Tolkien es un genio de la narrativa y la imaginación. Cuando vas leyendo el libro, las palabras parecen convertirse en imágenes, Tolkien casi no te dice nada, todo lo muestra, las descripciones son tan precisas y tan detalladas que puedes “ver” hasta las piedras de los caminos por donde andan sus personajes.


Es sorprendente que años después, cuando se hiciera la película, muchos de los que habíamos leído la obra coincidimos en que la gran mayoría de escenas visuales quedaron tal y como las habíamos imaginado leyendo. Tolkien, no solamente ha logrado una narración interesante y rica en detalles, ha logrado crear caracteres con marcadas personalidades. Y estos personajes tenían que andar en un mundo, que no es el nuestro. Aquí nos sorprende otra vez el genio del autor, pues ha creado un mundo, complejo y diverso, con razas, lenguajes y climas diversos. La trama es igualmente interesante, ha sido capaz de construir intriga para una historia cuyo final podríamos fácilmente adivinar, me refiero a lo siguiente: Sabíamos que Frodo lograría su objetivo, pero el hecho genial está en cómo el autor cuenta la historia, cómo enlaza las historias periféricas, cómo divide la trama principal y la vuelve a unir, está el dramatismo de las escenas mostradas. Siempre sostendré que el Señor de los Anillos es un libro mágico, me arrastró desde el encanto de la comarca y me hizo caminar por la tierra de Mordor sin darme cuenta de los signos de puntuación o de la tipografía, era como si hubiese sido absorbido por sus páginas y como si hubiera contemplado las escenas como un testigo neutral aun que con muchas ganas de intervenir en las grandes batallas épicas que se narran. Altamente recomendado, una experiencia completamente distinta a la película, sin desmerecer el trabajo de Peter Jackson y compañía.

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lunes, 3 de marzo de 2008

Informativo: Narratopedia

Esta vez voy a salirme un poco de mi papel de Contador de Historias, pues he encontrado algo interesante en la Web y que me gustaría compartir. Esto está orientado sobre todo a quienes, como yo, estamos en el intento de escribir. Se trata de Narratopedia, una iniciativa que nació en la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia y cuyo padre es el profesor Jaime Alejandro Rodríguez, cuyo nombre, confieso, hasta ahora no había escuchado ni leído. Este profesor es ganador del premio Literaturas en Español, del Texto al Hipermedia, con su obra OnLine Golpe de Gracia.

La iniciativa se ve interesante y lo más bonito del asunto es que es libre, no hay más que inscribirse y comenzar a contar historias, una nueva puerta a la fértil densidad de las Oportunidades.

La nota completa haciéndo click aqui.


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domingo, 2 de marzo de 2008

Comentario: El canto del Crepúsculo

La edad dorada de la ciencia ficción nos ha dado a Lester del Rey. Pongo aquí uno de sus cuentos escrito en 1967 en el que nos muestra junto con una impecable redacción, su propia visión de la humanidad como raza contaminante y su tendencia a la destrucción. Aun que no podría decir que se trata precisamente de un relato de especulación científica, es en realidad una visión autocrítica si uno se considera humano. Para quien no lo haya leído, no voy a adelantar detalles que le estropeen el final de la historia.

El canto del Crepúsculo
Lester del Rey


Cuando alcanzó la superficie del pequeño planeta, incluso las heces de su poder se habían agotado. Ahora descansaba, extrayendo reluctantemente y con lentitud un poco de fuerza del amarillo sol que brillaba en los verdes prados a su alrededor. Sus sentidos estaban debilitados por un cansancio definitivo, pero el miedo que había aprendido de los Usurpadores lo empujaba en busca de algún nuevo atisbo de refugio.

Se dio cuenta de que era un mundo pacífico, y ese descubrimiento avivó su miedo. En sus días jóvenes había apreciado una multitud de mundos donde el juego del flujo y el reflujo de la vida podía ser jugado hasta el fondo. Era entonces un universo lleno de vitalidad por donde vagabundear. Pero los Usurpadores no soportaban los rivales en su propia ilimitada avidez. La paz y el orden que reinaban en aquel lugar significaban que aquel mundo les había pertenecido.

Los buscó vacilante mientras un leve soplo de energía fluía dentro de él. No había ninguno allí en aquel momento. Hubiera podido captar inmediatamente la presión de su cercana presencia, y no había el menor rastro de ello. Las lisas y herbosas extensiones se abrían ante él en interminables praderas y campos hasta las distantes colinas. Había estructuras de mármol en la lejanía, de blancura resplandeciente al sol del atardecer, pero estaban vacías; su desconocida finalidad había sido alterada hasta convertirse en un simple decorado sobre aquel planeta ahora abandonado. Su atención regresó; cruzó un riachuelo hasta el otro lado del amplio valle.

Allí descubrió el jardín. Rodeado por un muro bajo, sus kilómetros y kilómetros de extensión estaban llenos de bosques dispuestos aparentemente como una reserva. Pudo sentir la agitación de vida animal de apreciable tamaño entre las ramas y a lo largo de los senderos sinuosos. Faltaba el alborotado vigor de toda auténtica vida, pero su abundancia podía ser suficiente para enmascarar su propio vestigio de fuerza vital en caso de búsqueda profunda.

Al menos era un refugio mejor que esta pradera descubierta. Deseaba dirigirse hacia allí, pero el peligro de traicionarse con su movimiento lo mantuvo inmóvil donde estaba. Había pensado que su anterior escapatoria estaba asegurada, mas estaba aprendiendo que incluso él podía equivocarse. Aguardó mientras buscaba una vez más indicios de una trampa de los Usurpadores.

Había aprendido la paciencia en la prisión que los Usurpadores habían diseñado para él en el centro de la galaxia. Había reunido furtivamente sus energías mientras preparaba su evasión en torno a la repugnancia de los otros en tomar la decisión final. Luego se había proyectado fuera en una trayectoria que hubiera debido llevarle hasta mucho más allá de los límites de su dominio en el universo. Y había descubierto su fracaso antes incluso de haber podido recorrer la distancia hasta el extremo de aquel brazo en espiral de una fortaleza galáctica. Sus redes de detección estaban por todas partes, al parecer. Sus grandes líneas de captación de energía formaban una red demasiado fina para ser cruzada.

Las estrellas y los mundos estaban unidos entre sí, y sólo una serie de milagros le habían permitido llegar hasta tan lejos. Y ahora su pérdida de energía hacía que la prosecución de tales milagros estuviera fuera de su alcance. Desde que casi habían fracasado en atraparle y secuestrarle, habían aprendido demasiado.

Ahora buscaba delicadamente, temeroso de activar alguna alarma, pero más temeroso aún de no detectar su existencia. Desde el espacio, aquel mundo había ofrecido la única esperanza en su aparente inmunidad a sus redes. Sin embargo, entonces sólo había dispuesto de microsegundos para comprobarlo.

Finalmente, hizo regresar a sus percepciones. No podía captar la menor evidencia de sus cebos y sus detectores allí. Había empezado a sospechar que ni siquiera sus mayores esfuerzos iban a ser suficientes ahora, pero no podía hacer más. Lentamente al principio, y luego en una repentina acometida, se proyectó hacia el laberinto del parque.

Nada procedente de los cielos le golpeó. Nada surgió del centro del planeta para detenerle. No hubo ninguna interrupción en el susurro de las hojas y el canto de los pájaros. Los sonidos animales continuaron. Nada pareció consciente de su presencia en el jardín. En un tiempo eso hubiera sido impensable en sí mismo, pero ahora extrajo de ello algo de alivio. En aquel momento no debía ser más que una sombra, ilocalizado e ilocalizaba a su paso.

Algo avanzó sendero abajo hacia donde descansaba, haciendo resonar ligeramente sus cascos, que apenas rozaban la alfombra de hojas muertas. Alguna otra cosa saltó rápidamente por entre la maleza del borde del camino.

Dejó que su atención se fijara en ellas cuando ambas salieron al sendero juntas. Y un frío horror lo rodeó.

Una era un conejo, que en aquel momento mordisqueaba las hojas de trébol que allí había mientras agitaba sus largas orejas y avanzaba su rosado hocico. El otro era un joven venado, llevando aún las manchas de cervatillo. Cualquiera de ellos hubiera podido ser hallado en cualquiera de miles de mundos. Pero ninguno habría sido exactamente del tipo que tenía ante él.

Aquel era el Mundo del Encuentro… el planeta donde había descubierto por primera vez a los antepasados de los Usurpadores. ¡De todos los mundos en la apestada galaxia, había tenido que ir a buscar aquél como refugio!

En los lejanos días en que él poseía toda su gloria eran meros salvajes, confinados en aquel único mundo, procreando y siguiendo su camino hacia la legítima autodestrucción de todos los salvajes como ellos. Y sin embargo había algo extraño en ellos, algo que entonces llamó su atención y despertó incluso una vaga piedad.

Debido a esa piedad, había tomado a unos pocos de ellos y los había conducido hacia la elevación. Hasta había alimentado poéticos sueños de hacer de ellos sus compañeros y sus iguales, puesto que las expectativas de vida de su sol estaban tocando a su fin. Había respondido a sus gritos de socorro y les había proporcionado al menos algo de lo que necesitaban para dar sus primeros pasos hacia la dominación del espacio y la energía. Y le habían recompensado con un orgullo arrogante que negaba incluso el menor rastro de gratitud. Finalmente, los había abandonado a su propio salvaje fin y se había marchado a otros mundos, para realizar proyectos más amplios y ambiciosos.

Aquélla había sido su segunda locura. Habían avanzado ya demasiado en su camino hacia el descubrimiento de las leyes que controlan el universo. De un modo u otro, incluso evitaron su propia autodestrucción. Tomaron los mundos de su sol y los lanzaron hacia delante, hasta que pudieron competir con él por los mandos que él había hecho suyos. Ahora los poseían todos, y él no tenía más que aquel minúsculo lugar allí en el mundo de ellos…. por un cierto tiempo al menos.

El horror de constatar que aquél era el Mundo del Encuentro menguó un poco al recordar con qué facilidad sus crecientes hordas poseían y abandonaban mundos sin ninguna razón aparente. Y de nuevo sus comprobaciones le demostraron que no había ninguna evidencia de ellos allí. Empezó a relajarse de nuevo, sintiendo una súbita esperanza en lo que había sido temporalmente desesperación. Con toda seguridad, ellos también pensarían que aquél era el único planeta donde él jamás iría a buscar refugio.

Apartó a un lado sus temores y empezó a dirigir sus pensamientos hacia el único camino que podía ofrecerle esperanzas. Necesitaba energía, y la energía era algo disponible en cualquier lugar no tocado por las redes de los Usurpadores. Había sido drenada al espacio durante eones, una dilapidación de energía que podía hacer estallar soles o crearlos en legiones. Era energía para escapar, quizás incluso para prepararse finalmente a enfrentarse con ellos con ciertas posibilidades de obligarles a una tregua, si no de conseguir una victoria. Si podía conseguir unas pocas horas sin ser detectado, podría atraer y retener aquella energía para sus necesidades.

¡Empezaba a tenderse para alcanzarla cuando el cielo retumbó y el sol pareció oscurecerse por un momento!

El miedo que anidaba en él asomó a la superficie y lo envió a ocultarse lejos de la visión del cielo antes de poder controlarlo. Pero por un breve momento hubo aún un rastro de esperanza en él. Podía tratarse de un fenómeno causado por su propia necesidad de energía; quizás había empezado a atraer la energía demasiado intensamente, demasiado ávido de fuerza.

Luego el suelo se agitó, y entonces supo.

No había engañado a los Usurpadores. Sabían que estaba allí… nunca lo habían perdido. Y le habían seguido con toda su enorme falta de sutileza. Una de sus naves exploradoras había aterrizado, y el explorador vendría a buscarlo.

Luchó por controlarse, y lo consiguió lo suficiente como para hacer que su miedo penetrara en lo más profundo de él. Luego, con un cuidado que no agitó ni una brizna de hierba ni una hoja sobre una ramita, empezó a retroceder, buscando las densas espesuras del centro del jardín, allí donde la vida era más intensa. Con aquello para protegerle, podría al menos absorber un débil hilillo de energía, la fuerza suficiente para rodearse de una sutil aura animal que le permitiera ocultarse entre las bestias. Algunos exploradores de los Usurpadores eran jóvenes e inmaduros. Si era uno de ellos podría engañarlo y tal vez se fuera. Luego, antes de que su informe llegara a los demás, podría tener una oportunidad…

Supo que aquel pensamiento no era más que un deseo, no un plan, pero se aferró a él mientras se cobijaba entre la espesura en el centro del jardín. Y entonces incluso ese deseo le fue arrebatado.

El sonido de pasos era firme y seguro. Se oía el crujir de ramas rompiéndose mientras los pasos se acercaban, sin la menor desviación de la línea recta. Inexorablemente, cada firme zancada llevaba al Usurpador más cerca del lugar donde se había ocultado. Ahora había un débil resplandor en el aire, y los animales escapaban en todas direcciones llenos de terror.

Sintió los ojos del Usurpador sobre él, y se obligó a apartarse de aquel conocimiento. Y como el miedo, descubrió que había aprendido la plegaria de los Usurpadores; rezó desesperadamente a la nada que conocía, y no hubo respuesta.

- ¡Sal! Este suelo es un lugar sagrado y tú no puedes permanecer en él. Hemos emitido nuestro juicio y se ha preparado un lugar para ti. ¡Sal y déjame llevarte hasta allí!

La voz era suave, pero tenía una fuerza que congeló incluso el susurrar de las hojas.

Dejó que la mirada del Usurpador lo alcanzara finalmente, y la plegaria en él era muda y dirigida hacia fuera… y sin esperanzas, como sabía que debía ser.

- Pero… - Las palabras eran inútiles, más la amargura en su interior obligó a las palabras fuera de él. - Pero ¿por qué? ¡Yo soy Dios!

Por un momento, algo parecido a la tristeza y a la piedad asomó a los ojos del Usurpador. Luego desapareció, mientras llegaba la respuesta.

- Lo sé. Pero yo soy el Hombre. ¡Ven!

Finalmente asintió, en silencio, y le siguió despacio, mientras el amarillo sol se ocultaba tras los muros del jardín.

Y aquellos fueron el crepúsculo y la mañana del octavo día.


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domingo, 24 de febrero de 2008

( * ) Deja Vu


En el taller del que ya hablé antes, una de las personas que conocí, es Carlos Enrique, (ver link revista argonautas). Él me sugirió la idea de hacer un relato de Ciencia Ficción. Yo tenía una idea hace mucho tiempo pero no tomaba forma del todo. En esta oportunidad me puse a jugar con tal idea y resultó en este cuento SciFi que está aquí igual que los demás a la espera de su crítica.



—¡Vaya Estaban! Es la cuarta vez que me sucede hoy día. ¿Sabes lo que es un déjà vu? —le comenta muy emocionada Silvia a un novio y éste responde casi con indiferencia, más por compromiso y haciendo una mueca que aparenta un poco de interés.

—Pues, creo que sí, o sea, creo que he oído esa palabra en… bueno, no sé, por ahí, supongo. ¿Qué importancia tiene?, mejor sigamos haciendo lo nuestro.

—¡Es lo único que tienes en la cabeza!, Escúchame, mira. ¿Nunca has tenido acaso la sensación de que un instante de tiempo ya lo viviste?, a mí me parece alucinante, ves, o sea, es como ahorita por ejemplo, me estabas besando y cuando tocaste el primer botón de mi blusa, y la canción en la radio justo cuando dice “I’m a demon speeding” —Silvia trata graciosamente de imitar la voz de Rob Zombie— Todo eso junto, ¿me entiendes?, es como si ya lo hubiera vivido, es como si de pronto recordara que … —Esteban interrumpe bruscamente.


—Ya pues flaca, sí, ya te entendí, no soy tan bestia, el que tu papá sea un científico no te dice que el resto del mundo es tonto. Sí, ya me acordé ese rollo del déjà vu, es solo un… no sé, un error de la Matrix pues —comenta esta vez con cierta ironía— aunque ahora creo que es más bien un pretexto, si no quieres hacerlo en el auto porque te da vergüenza o tienes miedo de que alguien nos capture en la playa, normal pues, dímelo y nos vamos a un hostal, pero no empieces a tratar de explicarme científicamente cosas que realmente no tienen importancia.

—Tú si que eres tonto ¿verdad? —Silvia le increpa ya más incómoda— La matrix, la matrix. ¡Esa es una película, tarado! Mira, algunos estudios dicen que… —Silvia se ve interrumpida nuevamente por el impaciente novio.

—Ya para por favor, te dije que no me interesa. Mejor regresamos, te dejo en tu casa y conversamos mañana.


Esteban enciende el auto y junto a Silvia dejan el solitario rincón al que solían acudir a finales del verano. Dejan atrás en enfurecido ruido de las olas golpeando la playa de piedras, aun que ese furioso embate continúa azotando a la pareja en el interior del vehículo. La noche cerrada y con pocas estrellas parece haber llegado también a sus corazones.

A la mañana siguiente Silvia se levanta y se alista para ir a la universidad, prepara el desayuno para ella y su padre y se sienta a esperar a que éste baje al comedor.


—Anoche volviste más temprano de lo usual, hija. Y, a juzgar por cómo azotaste la puerta del auto de Esteban, y la carita que traes esta mañana…


—No es nada papá —interrumpe antes de que su padre comience a deducir todo, Silvia no quiere hablar de la discusión con su novio. Tiene una relación cercana y confidente con su padre, pero ella juzga que es mejor esperar a que su mal humor se disipe un poco más antes de contarle a su padre que en el camino de regreso la tempestad arreció más y más y terminaron por mandarse cada uno a la respectiva madre que los parió; hecho que hirió gravemente a Silvia.


—Hijita, no hace mucho que tu mamá ya no está, pero puedes confiar en mí y…

—Lo sé papá —lo toma de la mano y lo mira con ternura— ya te contaré después, ahora quiero ocupar mi cabeza con otros asuntos. Mejor cuéntame tú, cómo va el proyecto ese en el laboratorio.


—¡Ay hija! —Dice el padre con tono algo cansado— Llevamos casi cuatro años intentando. El construir la máquina con los conceptos y las ideas de Hawking y de Einsten, no fue difícil, pero sí laborioso, como ya sabes, pero el problema es que siempre falla cuando hacemos las pruebas. Hay un tipo nuevo en el laboratorio, ha venido de Europa, y según dicen tiene mucha experiencia trabajando con campos magnéticos y ha trabajado con los grandes en el CERN, y es un experto en el acelerador de partículas, en resumen, hija, el tipo es una eminencia. He llegado a saber también que ha conseguido documentos del proyecto Filadelfia…


—¿Ese del buque o submarino o no sé qué nave del ejército norteamericano que supuestamente se teletransportó?— Los ojos de Silvia ocupan casi la total superficie de su rostro.

—Sí, ese mismo —responde con una sonrisa orgullosa—. Supuestamente no ha quedado registro alguno de ese experimento, pero según se comenta, muchos de los aportes de Irving Jessup (así es como se llama), provienen de esta base de conocimiento. Él le está dando un buen impulso al proyecto y esta noche tendremos otra prueba, espero que nos vaya mejor que anoche.

—Yo también lo espero papá, y me emociona saber que vas bien encaminado con el proyecto. Yo quisiera acompañarte, pero ya me dijiste que no me pueden permitir la entrada, sólo espero terminar la universidad pronto y ojala puedas ayudarme a conseguir un trabajo en el Laboratorio, aun que sea para limpiar el piso.

El padre de Silvia sonríe, acaricia la cabeza a su hija, le da un sorbo a su café y le muestra lo orgulloso que se siente del empeño que ella pone en su objetivo. Sin embargo, ni siquiera asoma por su cabeza la sospecha de que ella, nunca terminará la universidad.

Esa misma noche…

—¡Vaya Estaban! Es la cuarta vez que me sucede hoy día. ¿Sabes lo que es un déjà vu?

miércoles, 13 de febrero de 2008

( * ) Los Cuatro Destinos de Laertes.


Aquí dejo a consideración un segundo relato de mi autoría, Esta vez inspirado por el genio Norm (ver Padrinos Mágicos) y por el cuento del Diablo en la Botella (Bottle Imp) del escritor escocés Robert Louis Stevenson.

Algunos bares son lugares de perdición, algunos otros lo son de alegrías y reencuentros, otros, de lágrimas y penas, hay muchos tipos de bares y muchas cosas que en ellos acontecen. Pero principalmente, creo yo, indistintamente del tipo de bar que sea, son todos mares de historias. Una noche de invierno en la que me encontraba navegando en uno de estos mares, conocí a un sujeto muy singular, cuya historia merece ser contada. Su apariencia desaliñada, su barba de varios días y sus cabellos sin peinar, construían la apariencia de quien no tiene motivos para volver a casa. Había, sin embargo, una vivacidad tremenda en su mirada y su hablar elocuente que me animaron a escucharlo.

Mi nombre es Laertes, solía trabajar, cuando joven, como mecánico automotor, harto de la poca paga y los malos tratos del dueño del taller, decidí aventurarme como mecánico de motores en un barco carguero.

Zarpamos del puerto del Callao y luego de ocho meses entre arribos y salidas, llegamos al puerto de Alejandría en la costa norte de Egipto, lugar donde el carguero permanecería seis días. Terminadas mis labores de mantenimiento preventivo obtuve permiso para descender a tierra, aproveché entonces para pasear por el puerto y recorrer sus alrededores.

Mis pasos me llevaron a un mercado cercano, ruidoso y caótico, la gente gritaba y regateaba y aun que parece que pelean, es la forma usual de negociación por estas latitudes. Un puesto en particular me llamó la atención por tener piezas de apariencia antigua pero que visiblemente son réplicas de objetos de arte del antiguo Egipto, uno de estos objetos logró cautivarme de manera especial, estaba cuidadosamente bien hecho, me refiero a que aparentaba real antigüedad. Pronto me ví en posesión de un pequeño ídolo de vidrio negro que representa al dios egipcio Anubis.

Pasados los seis días, partimos con rumbo sur a Ciudad del Cabo. Con rumbo fijo y sin mucho trabajo, dedicaba algo de tiempo a la lectura en mi camarote. Una noche, al colocar mi taza de café sobre la mesa de noche, empujé accidentalmente el ídolo de Anubis y éste fué a dar contra el suelo metálico y para mi sorpresa, no se rompió, sin embargo noté que la cabeza del Señor de la Necrópolis se había torcido, cosa que me pareció por demás extraña en un adorno de vidrio. Al examinar la pieza pude notar que la cabeza es una especie de tapa, con algo de esfuerzo y con la ayuda de una navaja, logré destapar la pequeña botella.

Al instante experimenté una sensación de mareo, al mismo tiempo que un olor rancio y podrido inundaba la habitación, coloqué la botella sobre la mesa de noche, y justo cuando me dirigía a abrir la venta, me sorprendió la visión de algo increíble y escalofriante:

Frente a mí, vi materializarse lo que al principio pensé que era un niño, su rostro era joven pero aparentaba experiencia y en definitiva, no era humano, su mirada: fija y severa, sus ojos rojos como la sangre, su piel cobriza y sus cabellos negros como noche sin luna, iba ataviado con una rústica túnica de color negro sin ornamentación alguna. Descalzo y parado frente a mí, hizo una breve reverencia y pronunció palabras que no pude entender.

Sólo la suerte impidió que caiga yo desmayado por la impresión o muerto de un infarto. Aún muy asustado y sin entender bien lo que estaba sucediendo, llegué a decirle que no le comprendía. Este ser me observó fijamente como si tratara de leer mi mente, y al cabo de unos segundos se presentó de esta manera.

—Kayhan Ben-Ahmadineyad es mi nombre —me dijo. Y luego continuó explicando— mis enemigos, haciendo uso de poderosos encantamientos, unieron fuerzas y me encerraron en esta botella hace muchos años y me abandonaron en este plano de existencia —lo que dijo dentro de todo este contexto se me antojó salido de un cuento para niños y ya después reflexioné que historias de genios y lámparas maravillosas se habían contado miles de años atrás y que quizás tendrían algún asidero en la realidad misma.

—Y... ¿Qué eres exactamente? —pregunté.

—Soy un efrit y en agradecimiento por mi liberación habré de concederte 3 deseos al final de los cuales seré libre incondicionalmente —respondió con solemnidad.

No podía creer lo que me estaba ocurriendo y mucho menos lo que estaba escuchando, llegué a pensar que estaba alucinando. He oído decir que cuando uno se vuelve loco comienza con alucinaciones, algunos creen hablar hasta con Dios. ¡Y vaya que esto era una locura!. Tenía frente a mí nada menos que a una especie de geniecillo de botella mágica y me lo estaba creyendo.

—Entonces. ¿Qué vas a desear? —Me dijo, interrumpiendo así mis cavilaciones.

—Muy bien —Le dije, recobrando un poco la calma.— Primero vas a decirme por qué es que te encerraron y castigaron de esa manera—

—¿Deseas saber el motivo de mi encierro? No comprendo por qué pero te diré mi historia —y comenzó entonces a relatarme más o menos lo que le había acontecido.

En otro tiempo, muchos años atrás, fue convocada una gran cantidad de efrits desde nuestro plano natural de existencia. Una fuerza poderosa abrió un paso a tu mundo y llegué junto con una legión de setenta y dos miembros.

El rey Sulaymán, tenía en su poder un libro grimorio muy antiguo, en el que se detallan los pasos para conjurarnos, este libro también contiene todo el conocimiento y los métodos para obligar a los seres de mi especie a cumplir favores a tu raza.

No le fue fácil a Sulaymán tener el dominio de la legión, aun que finalmente logró forzar a algunos a servirle y a hacer grandes y magníficas edificaciones en nombre de su Dios y su religión y a conseguir para sí cuantiosas riquezas. Algunos otros nos revelamos y opusimos fuertemente a su mandato y es así que se desarrolló una batalla en la que los rebeldes no pudimos salir victoriosos. Siendo seres inmortales en este plano, fuimos encerrados en recipientes de representaciones sagradas, como ese de Anubis, y abandonados en diversos lugares, condenados a esta prisión hasta el día la Rendición de Cuentas.

Sulaymán ofreció pergaminos de libertad a los efrits que estuvieran de su lado, pergaminos que entregaría el día de su muerte. En tales escrituras se detallan los encantamientos necesarios para volver a nuestro plano natural de existencia. Y cuando deje yo de ser tu esclavo dedicaré mis días a encontrar esos hechizos.
—Tu deseo ha sido concedido, he concluido mi historia —me dijo, y tras una breve pausa añadió— Te quedan ahora dos deseos.

—¿De qué estas hablando? —Exclamé sorprendido— Yo solamente quise saber la razón de tu encierro para tener una idea de...

—Es así —me interrumpió— que pregunté si era tu deseo el conocer mi historia y con tu silencio y venia aceptaste, pues, he cumplido tu primer deseo.

¡Ah embustero! El muy astuto ser me había engañado. Tenía que tener más cuidado si no quería desperdiciar mis otros dos deseos. Tenía que pensar con calma y claridad, así que me dispuse a traerme otra taza de café.

—¿Deseas otra taza de café? —me preguntó astutamente este embaucador de otro mundo.

—¡Ja! —respondí.— ¿Acaso me crees tan tonto como para caer nuevamente en tu zancadilla? Ni lo pienses. Este café lo quiero preparar yo mismo.

—Pues, como desees amo, te concedo preparar tu propio café — dijo con mucha ironía provocando mi furia. El maldito lo volvió a hacer y tonto de mí que dije que lo quería preparar, eso expresaba claramente un deseo y éste efrit me lo concedió, ahora me quedaba sólo uno y no podía desperdiciarlo. Sabía que cualquier cosa que yo dijera, la usaría el efrit para liberarse de mí lo antes posible.

—Escúchame bien, Kayhan, voy a formular mi deseo, pero no me interrumpirás ni cumplirás nada hasta que hayas escuchado decir la frase: Es esto cuanto deseo. —Sin darle tiempo a responderme o repreguntar, continué inmediatamente.— Me vas a entregar un mapa de mi mundo, en él vas a marcar los lugares donde se encuentran las botellas de los efrits que aún quedan prisioneros. En la parte de atrás del mapa escribirás en mi idioma y en caracteres que yo pueda leer fácilmente, instrucciones precisas de cómo hallar las botellas, la forma y el dios que representa cada una de ellas. La calidad del papel en el que esté el mapa será de la mejor, al igual que la tinta, deben ser muy resistentes. Es esto cuanto deseo.

—Podrías —dijo el geniecillo, encarnando perfectamente la ironía y la soberbia— haber deseado tener todas esas botellas aquí delante de ti, pero ya que quieres un mapa, pues, concedido.

Y diciendo esto, desapareció junto con su fétido olor. El ornamento con la forma de Anubis yacía roto en varios fragmentos sobre mi mesa de noche, debajo de los pedazos de vidrio negro estaba el mapa que pedí con todos sus pormenores.

Así es, amigo mío, que aprovechando mi trabajo en el buque mercante y los viajes a los que me lleva, me dispongo a buscar las cuatro botellas que están señaladas en el mapa.

Vaya tipo simpático este Laertes, trae consigo una historia de lo más increíble, me pone a pensar qué es lo que le impulsaría a contarle tal cosa a un extraño en un bar.

viernes, 8 de febrero de 2008

Comentario: Soberanía nacional

Los conflictos armados son absurdos, pero los hay unos más que otros, Vietnam por ejemplo, hasta ahora muchos nos preguntamos qué rayos tenían que hacer los gringos por esas latitudes.

Otro conflicto absurdo fue uno que vivimos más de cerca allá por el año 1982, haciéndo matemáticas yo tenía 7 años, estaba en el colegio y de esa edad lo único que recuerdo son algunas menciones que se hacían en la televisión interrumpiendo los dibujos animados, en los que se podía oir algo de una guerra en las Malvinas. En ese momento no tenía idea de dónde quedaban las dichosas islas.

El colegio en que estudié la primaria era inmenso y quedaba a medio camino subiendo un cerro, sí, en la ruta hacia Saqsayhuamán -Quienes conocen el Cusco ya saben de cuál colegio hablo- Recuerdo que la salida acondicionada para automóviles era una ladera que tenía a un lado un pabellón de aulas y al otro lado una especie de barranco, no muy alto, pero sí empinado, suficientemente peligroso cuando tienes siete años y los curas te han metido la idea de que es peligroso, ya viéndolo cuando mayor, no lo era tanto.

El punto es que a ese pequeño barranquito, dada su peligrosidad, algunos de los chicos de secundaria le llamaron "Las Malvinas". Y se contaban historias de algunos de los más avezados, que Fulanito se fue ayer por las Malvinas, que Sutanito lo siguió, que Mengano se resbaló y terminó con algunos rasguños, etc. Era un riesgo innecesario, pero, como dijo alguna vez un buen amigo mío "La aventura es sólo para los valientes", y es verdad, muchos por el solo hecho de sentirse valientes en relación a los demás, tomaban el riesgo de ir por Las Malvinas.

Es todo lo que de esa guerra recuerdo mientras fuí niño, ya de adulto supe que fue una guerra
que enfrentó a Argentina contra Inglaterra y el resto es historia que muchos ya conocen de sobra y que no es objeto de este espacio tampoco. A lo que viene tamaña introducción es a un cuento de Rodrigo Fresán llamado Soberanía Nacional. Nos muestra con una muy buena dosis de humor, lo absurdo de la guerra, nos caricaturiza los estereotipos de los participantes y hace gala de una impecable narrativa multipersonaje. Les dejo aquí el cuento en cuestión para su deleite.




La Soberanía Nacional
Rodrigo Fresán





Ayer a la tarde vi a mi primer gurkha. Estaba sentado, de rodillas frente a un pequeño fuego que no sé cómo se mantenía encendido bajo la llovizna. Sonreía a la nada y limpiaba su daga con la misma devoción cansada con que una madre le cambia los pañales a su hijo.
Yo me había alejado de mi grupo casi sin darme cuenta. La idea era buscar un lugar tranquilo para escribir una carta que no iba a ningún lado. Escribimos muchas en estos días. Parecemos estatuas inclinadas sobre hojas de papel, ubicadas de espaldas al viento, sosteniendo lápices con el puño cerrado para que no se vuelen las letras. Escribimos nuestras cartas con la plena seguridad de que nadie va a leerlas porque, se sabe, el correo nunca fue muy eficiente que digamos. Lo que hacemos entonces es escribirlas y leérnoslas en voz alta. De este modo nos convertimos en novias y familias y amigos y se atenúa un poco la sensación de estar escribiendo en vano. El sargento Rendido nos regala una hora por día para que nos perdamos y nos encontremos en este ejercicio de dudosa utilidad.
Pero ayer tenía ganas de escribir a solas. Porque iba a escribir la carta más inútil de todas. Iba a escribir a Londres y no tenía ganas de leerla en voz alta. Mejor no. Nunca falta un loco, como el tipo ése que no para de remendar su uniforme, que va a pensar que soy un traidor o algo por el estilo por el solo hecho de escribir a Londres. Allí está mi hermano mayor. Trabaja en un restaurante y no puedo evitar preguntarme qué puede estar haciendo mi hermano en un restaurante de Londres. Misterio no tan misterioso. Supongo que la idea, como siempre, es mandarlo lejos: mi hermano mayor tiene lo que muchos entienden como personalidad problemática. La cuestión es que ahí está ahora. Y yo estoy acá. Y yo le estaba escribiendo cuando vi a mi primer gurkha.
Hablábamos sobre ellos todo el tiempo pero hasta ahora nadie se había cruzado con uno y, esto va a sonar idiota, lo primero en que pensé fue en pedirle un autógrafo. Pero enseguida me subió el miedo. Los gurkhas cortaban orejas o al menos eso dicen. La cuestión es que me quedé ahí, agarrándome la cabeza. El gurkha vino dando saltitos hasta donde yo estaba. Se desplazó sin desperdiciar un solo movimiento y no pude evitar sorprenderme cuando abrió la boca y me habló en un correctísimo inglés.
–¿Qué hay de nuevo, viejo? –me dijo, con la voz de Bugs Bunny.
Largué un suspiro largo mientras pensaba que, claro, entonces todo esto era una pesadilla y yo me voy a despertar en cualquier momento; porque la existencia de un gurkha que imite a Bugs Bunny era aún más imposible y ridícula que toda esta guerra junta.
Pero no. Abrí y cerré y abrí los ojos y ahí estaba la limpia sonrisa de Bugs Gurkha. Me preguntó si yo hablaba inglés y le dije que parte de mi familia era inglesa.
–¿En serio? –dijo–. La verdad que no deja de ser gracioso.
Sacó un paquete de cigarrillos y me ofreció uno. Fumamos en silencio.
–¿Y cómo anda todo por ahí? –preguntó después de unos minutos.
Le contesté que no entendía a qué se refería con por ahí.
–Por ahí... –hizo un gesto vago que bien podía incluir el resto del mundo–. Ya sabes.
–Supongo que bien –contesté para no contrariarlo. Yo cargaba mi fusil al hombro y el gurkha tenía, aparentemente, nada más que una daga. Pero yo apenas había apretado alguna vez el gatillo mientras que el gurkha hablaba y hacía malabares con su cuchillo como si se tratara de una prolongación de su brazo. Dejé caer mi fusil y volví a llevarme las manos a la cabeza. Todo había terminado. Iban a tomarme prisionero. Pensé en el fanático de los Rolling Stones allá en el cuartel, en el puerto. Lástima que no esté acá, pensé.
El gurkha parpadeó varias veces como si no entendiera y al final estalló en una carcajada inesperada. Como si se riera en ideogramas pintados con tempera negra.
–No entiendes... no entiendes –decía agarrándose el estómago. Y, cuando intentaba explicarme, otra vez la carcajada de él y la sensación mía de estar siendo soñado por otra persona, por un desconocido.
–Yo soy tu prisionero –dijo por fin a la vez que me entregaba el cuchillo con la empuñadura para mi lado.
Le dije que no, que de ningún modo, que el prisionero era yo. El seguía negando con la cabeza, moviéndola de un lado a otro con la misma intensidad de quien supo resistirse a tomar la sopa en más de un momento de su vida.
–YO-SOY-TU-PRISIONERO –repitió pronunciando con mayúsculas y golpeándose el pecho con la mano abierta.
Intenté explicarle que no le convenía. Si yo lo tomaba prisionero le podía llegar a ocurrir alguna de esas cosas espantosas que siempre me están pasando. Le dije que no era casual que yo anduviera solo por el frente de combate. Nadie quería tener nada que ver conmigo. Por eso lo mejor era que me tomara prisionero, que me entregara a sus mayores y me encerraran en una habitación hermética de alguno de los acorazados. O en el Queen Elizabeth. Tenían lugar de sobra. Y yo necesitaba ese lugar para poder pensar tranquilo.
Finalmente le dije que, después de todo, yo me había entregado primero. La Convención de Ginebra estaba de mi lado.
–No, amigo, el hecho de que sea gurkha no significa que tenga que ser supersticioso. Puedes guardarte todo eso para los adoradores de la diosa Khali... porque yo soy tu prisionero. Así que vamos. ¿Para qué lado queda el cuartel?
Le dije que muy bien; que no me tomara prisionero, pero que se fuera rápido porque no le convenía estar cerca de mí. Le dije que tengo una suerte espantosa y que traigo mala suerte. Pero no sirvió de nada.
–Prisionero yo soy –me explicó como si cambiando el orden de las palabras pudiera convencerme.
Entonces se inclinó para agarrar el fusil y dármelo y entonces el fusil se disparó, claro.


La verdad que los hacía más petisos a los gurquitas ésos. No sé, los chinos son todos petisos, ¿no? Pero éste era casi tan alto como yo. Tal vez lo que pasa es que se estiran un poco cuando están muertos, ¿no? Lo trajeron anteayer al gurquita. Pobre flaco. Será el enemigo y todo lo que quieras pero morirse así, la verdad que te la regalo. Con el agujero de la bala justo entre los ojos. Y quién iba a decir que el mufa de Alejo tenía tanta puntería. O que era tan valiente. El asunto es que la guerra se acabó tanto para uno como para otro. El gurquita bajo tierra y Alejo en el hospital y del hospital a casita. Y de eso se trata, unos viven y otros mueren. Es sólo rocanrol pero me gusta. Parece que el gurquita se le tiró encima por detrás, venía arrastrándose como una serpiente y clavó el cuchillo en el brazo. Se pusieron a luchar, Alejo se soltó, hizo puntería y, ¡bang!, paint it blac y a otra cosa, loco. Venir a morirse tan lejos. Y lo exhibieron por todo el cuartel como si fuera el cadáver de Brian Jones.
Y aquí estamos, en la guerra. ¿A quién se le iba a ocurrir? Yo en la guerra. Y de voluntario, además. Algunos flacos me miran como si estuviera loco. Pero yo la tengo super clara. Lo que pasa es que no puedo decirles por qué me anoté en ésta. Tengo que jugarla tipo viva la patria, alta en el cielo, tras su manto de neblina, se entiende, ¿no? Porque si Rendido se entera, el bardo que se arma va a ser groso. Rendido es el sargento Rendido. Pobre gordo, milico y con ese nombre. Rendido es el que está más o menos a cargo de nosotros. Digo más o menos porque la verdad que acá nadie tiene la más puta idea de lo que está pasando. Hay días en que parecen todos fumados y ¡qué lo parió, cómo extraño el fumo! I can get nou –tananán–, I can get nou –tananán–, satisfácshon, nou satisfácshon...
Extraño al fumo casi tanto como a Susana. Si no fuera porque la última noche Susana entregó, extrañaría más al fumo. Pero la verdad que se portó, la colorada. Y todo el rollo de que era virgen y que por eso no quería. La verdad que, después del inicio de las hostilidades, como dicen acá, se me hace bastante dudoso eso. Pero no importa. Ahora la tengo bajo mi pulgar.
Cuando reciba mi primera carta desde Londres se va a volver loca. Porque éste es el plan: apenas salgamos a patrullar y la cosa se ponga densa, yo me voy para un costado, me hago el herido y me entrego. Así de corta, loco. Se los digo en inglés. Meic lov not uar y ya pueden irme arreando. Porque la idea es que me lleven prisionero a Londres, esperar que se acabe el tema éste de la uar y entonces sí, pase para concierto de los Rolling y la gloria, man. ¿Cómo no iba a aprovechar ésta? ¿Cómo los iba a ver a Mic y a Keit si no era así? Y te juro que después de los bises yo me mando para el fondo y hasta no hablar con Keit no paro. De repente hasta me tiran un laburo y todo. Yo con la electricidad me defiendo. De mirarlo a mi viejo. ¿Te imaginás?, plomo de los Estóns. Por eso me mandé de frente mar y derecho a la hermanita perdida. Bien cul, man. Te cagás de frío, pero no es para tanto. Y Rendido te hace bailar mucho menos que cualquiera de los pesados que me tocaron en la colimba el año pasado.
Ahí se lo llevan al gurca. Voy a ver si me puedo sacar una foto con el fiambre y se la mando a Susana.
Misiu, beibi.
No siempre podés conseguir lo que querés; no siempre podés conseguir lo que querés; no, no siempre podés conseguir lo que querés... pero si tratás con todo, podés llegar a descubrir que conseguís lo que necesitás.


Para cuando los descubran a esos dos hijos de puta, yo ya voy a ser famoso. Yo ya voy a ser un héroe. Por eso estoy tranquilo; casi no pienso en el tema. No hay mucho tiempo para pensar tampoco. Estamos aquí reclamando lo que es nuestro por derecho legítimo y de aquí no nos van a sacar.
Nuestra bandera jamás ha sido atada al carro del enemigo. Y nosotros somos los hijos de nuestros próceres. No debemos defraudarlos.
El problema es que no todos piensan como yo. El problema es el material humano. Muchos de los oficiales pensaron que todo esto iba a ser fácil, pensaron que no iban a mandar la flota.
Error.
Un auténtico guerrero siempre debe pensar que va a perder. Analizar las causas de su hipotética derrota y, después, ir neutralizándolas una por una, como quien apaga velas con la punta de los dedos. Sin quemarse.
Pero hablo por mí; desgraciadamente no puedo hablar por los otros. Y los otros son casi todos. Ahí están jugando al fútbol en la lluvia. Se caen al barro, chocan entre ellos, sucios como cerdos, con el uniforme a la miseria. Para ellos el uniforme no es importante. Y hasta se ríen de mí. Se ríen de cómo cuido mi uniforme, de cómo repongo los botones y remiendo los agujeros. El uniforme es la piel del soldado. No pueden entender eso. No tienen conciencia del heroísmo.
Y yo voy a ser un héroe. Cuando los encuentren yo ya voy a ser famoso y quién va a pensar en eso después de todo lo que yo hice por la patria querida, por la madre patria. Me pregunto si los habrán encontrado; pero no tanto como antes. Cada día que pasa pienso menos en ellos y más en mí.
Y está bien que así sea. Porque se aproxima el día de la Gran Batalla. Ayer volví a soñar con el día de la Gran Batalla. En realidad, al principio estaba soñando con ellos. Los vi abrazados sobre ese colchón mugriento, después los disparos se fundieron con los disparos de la Gran Batalla y me vi corriendo por la nieve. El brazo en alto llevando a mi pelotón hacia la victoria definitiva. Esa victoria de donde se regresa diferente. Porque en la acción de vencer radica la diferencia entre dioses y mortales.
Me vi como un dios. Con un uniforme digno de un dios.
Todas mis balas encontraban su blanco y la muerte del enemigo era algo hermoso para ellos porque no era su muerte, porque su muerte pasaba a ser parte de mi vida y de mi gloria. Yo los miraba caer y los sentía morir, orgulloso como un padre porque todos ellos habían nacido para que yo los matara. Habían nacido tan lejos y habían llegado hasta el fin del mundo para que, en el último acto de sus existencias, yo les regalara el verdadero sentido de sus vidas.
Me desperté excitado y me masturbé pensando en si ya los habrán encontrado. Hijos de puta. Ni tiempo de vestirse tuvieron. Cerré la puerta de ese departamentito de mierda y de ahí al cuartel y del cuartel a los aviones. Me dio lástima tirar el revólver. Era de mi abuelo.
La lluvia golpea contra los costados de las bolsas de arena. El pozo se está llenando de agua. Desperté a varios pero no me hicieron caso. Siguen durmiendo, mojados, como esos pescados pudriéndose en el barro. Fui a avisarle al sargento Rendido. Me dijo que no le hinchara las pelotas, que mañana lo arreglamos, que me vaya a dormir.
Estoy fuera de la cueva, cubriéndome con el capote, los ojos cerrados. Quería volver a meterme en mi sueño de la Gran Batalla.
Sueño con la Gran Batalla desde que tengo memoria, desde los cinco años más o menos. Antes soñaba con una Gran Batalla diferente. Con otros uniformes. Como en las series de televisión y en las películas. Mis compañeros tenían nombres extranjeros y la verdad que eso me molestaba un poco, por más que fueran mejores soldados que los de acá. Pero pienso que el cambio me conviene. Soy el mejor; ayer nos pasó un coronel y me puso como ejemplo. Mi uniforme está impecable. Está mejor que cuando me lo dieron.
Tengo aguja e hilo.
Tengo la mejor puntería de todo el pelotón.
Ayer rompí todas las botellas.
Diez botellas.
Diez balas.
No hay que desperdiciar munición.
Como con esos dos. A esta altura me imagino que deben de estar apestando todo el edificio. No, seguro que ya los encontraron. Pero no me van a relacionar con todo eso. Ni siquiera van a pensar en mí. Fui muy cuidadoso, además. Todo limpio y brillante. Sin sangre.
Igual que mi uniforme para la Gran Batalla.
Vuelvo a soñar con la Gran Batalla pero no es lo mismo. Esta Gran Batalla tiene defectos. Estoy dormido pero enseguida me doy cuenta de que es un sueño. Hay errores. Aparece el tipo ése que mató al gurkha y también el otro.
El que no paraba de hablar de los Rolling Stones, el que Rendido mandó a estaquear porque lo agarraron robando chocolate. Estuvo toda la noche cantando a los gritos. En inglés. Cuando lo desatamos a la mañana siguiente no reconocía a nadie, le temblaban los dientes y no paraba de decirme Keith. Tenía los pies violeta. Dicen que se los tuvieron que amputar. A mí no me consta. De todas maneras así se castigaba a los ladrones antes. No lo volvimos a ver. Por eso esta versión de la Gran Batalla me irritaba un poco: el ladrón corría a mi lado y no paraba de cantar en inglés. Yo le gritaba para que se calle y, de golpe, les estaba diciendo a Inés y a Pedro que se callaran, que no les iba a servir de nada pedirme perdón.
Perdón, decía Inés, la muy puta, desnuda.
Tranquilo..., me sonreía Pedro. Tardó un rato en darse cuenta de que con el tranquilo y la sonrisita no le iba a alcanzar. Entonces trató de explicarme. Me dijo que había sido ella la que llamó para contarle que me mandaban a la guerra y que estaba mal y que por qué no pasaba a tomarse un café. Te juro que la idea fue de ella, me dijo.
Inés empezó a putearlo como una loca. Y yo ahí sentado, con el revólver en la mano, moviendo la cabeza de arriba abajo y de derecha a izquierda, frotándola contra la pared. Me encanta hacer eso. Tengo el pelo corto y parado. La sensación es agradable y ellos que gritan y gritan y se echan la culpa el uno al otro.
Entonces Rendido me despierta de una patada. Camina con dificultad. Le cuesta mantener el equilibrio y me mira como se mira a alguien importante, a la historia misma.
Estamos ganando, me dice Rendido.La venganza es mía, dijo el Señor.

Comentario: Discurso de las Pulgadas. [Any given Sunday]

Hace algún tiempo, un amigo mío, fanático de lo que los norteamericanos se empeñan en llamar Football, y en esto estará de acuerdo conmigo Santiago, el amigo del que les hablo, que lo único de Foot que tiene es la patada inicial de cada despeje y la del gol de campo... en fin, me estoy saliendo por la tangente. A lo que iba es a que este amigo me sugirió ver una película que trata sobre este juego, me confieso a estas alturas un total antifanático de los deportes de cualquier tipo, pero, ¿Qué me motivó a ver esta película?.... este discurso, Al Pacino, encarna al personaje que es el entrenador de un equipo que ha tenido altibajos y que está, a tres minutos de iniciar el juego más importante de sus carreras, un equipo que ha dejado de funcionar como tal y que se ha ido desmembrando gracias al engreimiento y enriquecimiento repentino de algunas de sus estrellas. Este es, si no el mejor, uno de los mejores discursos que he oído, independientemente del cliché deportivo que pueda significar esta película para algunos, este discurso es muy motivador, hace que uno se ponga a pensar en la importancia del trabajo en equipo, y esto aplica para la vida misma también, no sólo en el deporte se trabaja en equipo.

Dejo aquí una traducción que intenté hacer del discurso y el video de esa escena, la música de fondo le da un matiz muy acorde a la situación. Disfrútenlo.






No sé que decir realmente, tres minutos para la mayor batalla de nuestras vida profesionales. Todo llega hasta hoy. O sanamos como un equipo, o vamos a desmenuzarnos.

Pulgada por pulgada, jugada por jugada, hasta que hayamos terminado.

Estamos en el infierno ahora, caballeros, créanme, y podemos quedarnos aquí, y que nos saquen la mierda, o podemos luchar por nuestra vía de vuelta hacia la luz. Podemos escalar del infierno, una pulgada a la vez.

Ahora, yo no puedo hacerlo por ustedes, estoy muy viejo. Miro alrededor y veo estos rostros jóvenes y pienso... Quiero decir, he hecho cada mala elección que un hombre de mediana edad puede hacer: Yo... yo derroché todo mi dinero, aunque no lo crean, espanté a todo aquel que me ha amado y últimamente, ni siquiera puedo soportar la cara que veo en el espejo.

¿Saben? Cuando uno se vuelve viejo en la vida las cosas te las van quitando. Eso es parte de la vida. Pero sólo aprendes eso cuando empiezas a peder cosas. Te das cuenta que la vida es solo un juego de pulgadas. Y también lo es el Football. Porque ya sean en la vida o en el football, el margen de error es tan pequeño, quiero decir… medio paso muy tarde o muy temprano y no lo logras. Medio segundo muy lento o muy rápido y no lo atrapas. Las pulgadas que necesitamos están por todas partes a nuestro alrededor. Están en cada pausa del juego, en cada minuto, en cada segundo.

En este equipo, nosotros luchamos por esa pulgada.

En este equipo, nos partiremos en pedazos, y a todo el que este a nuestro alrededor, por esa pulgada. Nos arrastramos con las uñas por esa pulgada. Porque sabemos que cuando acumulemos todas esas pulgadas, Eso va a hacer la PUTA DIFERENCIA ENTRE GANAR Y PERDER, ENTRE VIVIR Y MORIR.

Les diré esto, en cualquier lucha es el hombre que esta dispuesto a morir, el que va a ganar esa pulgada. Y yo se, que si estoy dispuesto a tener una vida es porque todavía estoy dispuesto a luchar y morir por esa pulgada, porque ESO ES LO QUE SIGNIFICA VIVIR, LAS SEIS PULGADAS AL FRENTE DE TU CARA.

Ahora, yo no puedo obligarlos a hacerlo, tienen que mirar al hombre que tienen a su lado, mirarlo a los ojos, y yo creo que van a ver a un hombre que esta dispuesto a recorrer esa pulgada con ustedes. Van a ver a un hombre que esté dispuesto a sacrificarse por este equipo porque él sabe que cuando llegue el momento, ustedes harán lo mismo por él.

Eso es un equipo, caballeros, y, O SANAMOS AHORA, COMO UN EQUIPO, o vamos a morir como individuos.

Eso es football, chicos. Es todo lo que es.

Y Ahora. ¿Que es lo que van a hacer?

miércoles, 6 de febrero de 2008

Comentario: El señor Leinad


He asistido a algunas de las presentaciones de Luesemia, he asistido a alguna que otra de Daniel F como solista y a duo con Rafo Ráez, es posible comprender su mente sólo escuchando lo que dice Daniel entre canción y canción, sólo escuchando a la gente que pide uno u otro tema que a veces provoca en Daniel cierto tipo de respuestas que, si uno no lo conociera, resultarían inesperadas. Pero lo cierto es que siempre te esperas que conteste algo locamente inteligente, o algo inteligentemente loco.

Después de escuchar sus canciones, he llegado a la conclusión de que Daniel está loco, sí, él mismo lo dice -he desterrado al fin la locura de no ser loco...- a él le gusta estarlo y le gusta estar rodeado de gente así -porque a los locos hay que tenerlos bien encerrados, porque son un peligro para la sociedad y para el status quo mental, porque los locos, porque los locos todavía podemos construir imágenes en el cielo; todavía podemos emocionarnos con la luz de una sonrisa; todavía podemos hacer canciones cursis y decir te quiero; porque hay muchos locos que aún creen en la utopía y salen a las marchas y a las manifestaciones en contra de dictaduras y opresores... por eso me gusta estar entre tanto loco de mierda conchasumadre...- este fragmento que pone a modo de epílogo a su propia versión de la canción de Serrat "De cartón Piedra" creo que lo pinta de cuerpo entero, lo define, es su propia definición de locura y de cordura, es como una especie de resumen de su C.V.

La locura es un tema recurrente en su prosa y lírica, Daniel F, nos ha dado, entre otras cosas, un cuento donde nos expone su visión futurista de sí mismo, nos desnuda sus complejos y nos hace ver una cara de la realidad que muchos nos negamos a ver. Aquí les dejo el cuento "El señor Leinad" (si no se han dado cuenta es Daniel al revés) lo pueden leer en línea o se lo bajan de aqui: http://rapidshare.com/files/89684481/El_se__or_Leinad.doc.html

El señor Leinad
Por Daniel F.


Mi abuelo siempre se mantuvo ocupado resolviendo crucigramas y llenando pupiletras. Era un adicto a los entretenimientos bizantinos. Su hijo, mi padre, heredó sus costumbres y se dedicaba a cubrir las tardes de ocio -y las noches-, jugando con mi madre al Dominó, al Ludo o al Monopolio. Creo que yo he sido el resultado de esas adicciones al “matarrato” y me convertí en un terrible vicioso de los juegos de Vídeo: Ataris, Nintendos, Play Station, Nintendo 64, Game Boy... Los devoraba todos. No me mal entiendan, no era uno de esos que dejan sus zapatos o las DNI en los dispendios interactivos. Solo lo hacía para... para “matar el rato” y eso era todo. Total, no me gustaban las fiestas, los bailes, las modas y tampoco tenía hembrita alguna. Mi padre y mi abuelo decían “es preferible eso a que sea un pastelero o un maricón chupapinga” . A lo que mi madre agregaba “..o un rocanrolero desaliñado, como ese Señor Leinad”. Siempre estuve intrigado por saber quién mierda era ese “Señor Leinad”. “Es un cincuentón feo y huraño, que enseña guitarra en el Centro para Adictos a los Fármacos” me dijo mamá “es un loco que nunca se a casado, y hasta dicen que nunca tuvo, siquiera, una enamorada” . “Pero claro pe’ mujer -sentenciaba papá, entre idiotas carcajadas- con esa cara que se maneja.. lo único que le ha quedado por hacer a ese tío es seguir corriéndose la paja”. Fue entonces que decidí ir a ver al sibilino Señor Leinad.

Con la excusa de querer aprender a tocar la guitarra, me enrumbé hacia el Centro para Adictos, ubicado muy cerca de otras instituciones estatales encargadas de la salud y el bienestar: hogares para enfermos mentales, colegios para niños especiales, casa de expósitos, alojamientos para gente de la tercera edad, hospicios, albergues, orfanatos, manicomios y esas cosas un tanto deprimentes. El sitio donde llegué se llamaba Centro de Recuperación Bartolomé de las Casas, un lugar gigantesco, al cual acudían todos los malogrados de la zona. A pesar de lo ascético del lugar, uno no puede mantenerse ajeno a esa atmósfera entre glacial y siniestra, entre metílicos y cloroformos, que despiden los muros del mesón. En uno de los patios se encontraban los pastrulos, regados por todo el piso, barbudos, flacos y pulguientos. Uno de esos se me acercó y quiso picarme un cigarro o un sencillo, lo que caiga primero. Tuve que decirle que estaba misio -lo cual era cierto- y que solo venía a tomar unas lecciones de guitarra. “Puta que eres bien malo, barrio -me dijo el trulo- ya, ya, anda vete nomás conchatumadre”. Yo seguí buscando la Sala de Música y al tal señor Leinad. De pronto, comencé a escuchar unas consonancias algo infrecuentes, un cromatismo desusado. Seguí los extraños e insólitos sonidos hasta que, por fin, pude hallar su procedencia. Era el tan mentado Sr. Leinad. Aquel hombre, con casaca negra de cuero y jean desgastado, estaba impartiendo una clase. Pero, más que una lección, era un coloquio, una broza con sus eventuales alumnos. Hablaban de las relaciones interpersonales, de romances estropeados, de enamoramientos prematuros, pero también de computadoras, de psico acústica, de física básica y, por supuesto, de música. Y, contra todos mis principios abúlicos, todo lo que allí se decía me interesó como mierda. Y me interesó aún más, cuando aquel viejo Sr. Leinad, dijo ser un descarriado a muerte de los Juegos de Vídeo, y que sus video games favoritos eran el Golden Eye, Killer Instinc, Vicker Mouse y el Doom 64, Counter Strike que también eran mis favoritos.
Después que impartió su clase, me acerqué a él y le dije que quería tomar unas lecciones. Me dijo que sí, que “komo las huevas” . Y por fin lo vi de cerca. De verdad era uno de los tipos más feos que haya visto en toda mi vida. Su nariz prominente, su barbilla desproporcionada, su manojo de cabellos quebradizos y orquillados, su extrema delgadez y su amarillenta piel, daban una pista -sino la respuesta- al porqué se ha mantenido oculto y ajeno a la vida en sociedad.

- ¿Kómo te llamas? -me dijo, mirando a otro lado.
- Daniel -le contesté- ¿Cuánto me van a salir las clases?
- Nada. -me dijo, al tiempo que abría un paquete de galletas integrales- El mejor pago es ke salgas de akí tocando. Y si es una kanción tuya... pues ¡mejor!

En los días siguientes me enteraría de la vida y avatares de ese hombre. Nacido en el Callao, el Sr. Leinad nunca fue lo que se dice un alumno aplicado, por lo que dejó el colegio antes de completar el mínimo de condena que les dan a los niños por llegar a este mundo. Carece del sentido del olfato y su sentido del gusto está reducido a la mínima percepción. Su vista, en cambio, es envidiable, así como su sentido de la audición. Asténico, cariátide y con una ligera tendencia a tartamudear, el Sr. Leinad vivía en el Centro de Recuperación, rodeado de pastrulos y alcohólicos. No era un interno. Lo que pasa es que los encargados le dieron un cuarto y comida, a cambio de las clases de guitarra y nociones de música que él impartía, amen de ayudar en algo por las noches. Luego me iría enterando por ahí, que cuando pasó la adolescencia llegó a tener una agrupación de música rock, que grabaron discos y que fueron muy reconocidos tanto por la prensa complaciente como por la crítica más seria y underground. Fanático de la música progresiva de los 70s, el Punk Rock y el Metal, el Sr. Leinad hizo obras musicales bastante alejadas de las figuraciones y las modas, y por ello siguió siendo un misio de mierda. Pero su retiro de las canchas de concierto no fue por el inexistente “éxito” comercial. Su retiro se debió a su extrema fealdad. Claro, no me imagino que sea muy agradable el subir a un escenario con ese físico y que miles de personas se queden ahí, mirándolo a uno, como si fuera un ser extraño o el sucesor del lordótico Hombre Elefante. El Sr. Leinad, por todo aquello, solo aguantó unos cuantos años esa vida azorosa de autógrafos, primeras planas y vídeos. Al parecer, tuvo su buen cuarto de hora, el tío. Un buen día agarró sus canciones y se encerró en su hogar para no salir nunca más a la vida pública.

- ¿Porqué no siguió con las presentaciones y esas cosas que deben ser experiencias bien bacanes? -le pregunté un día.

- Ni tanto -respondió el Sr. Leinad con gesto desganado- al menos yo, las más de las veces, lo ke sentía al estar parado frente a tantas personas, era vergüenza. Vergüenza y nada más ke eso. La mayoría de las presentaciones eran para mí una verdadera tortura. Y si kontinuaba kon todo eso era porke mucha gente me empujaba a ello. Lo ke pasa es ke yo siempre viví sumergido en una eterna adolescencia, siempre me sentí como de 17 o 21 años. Siempre andaba rodeado de gente muy, pero muy joven. Ellos me daban esa fuerza, ese espíritu para continuar. Sus palabras, los agradecimientos que les salían del corazón, los constantes obsequios y tantas cosas, me comprometían a seguir en eso, en todo akello ke me estaba oprimiendo el alma. De pronto, kuando ya tenía komo 40 o 41 años, la adolescencia se me fue un tanto de golpe. Se me comenzaron a caer los dientes, perdía más y más pelo. Mi piel y mis huesos comenzaron a sentir el paso irremediable de los años. Si bien siempre he sido feo -y lo sabía perfectamente- en esos días me puse aún más feo, impresentable, inmostrable. A partir de allí, solo me quedó hacer grabaciones y luego nada.... hasta llegar a este Centro...

- ¿Pero no le satisfacía el cantar, el hacer música y que mucha gente lo aprecie y le reconozca su talento, su valor como artista?

- Me satisfacía por lo ke, después de kada koncierto, tenía varios nuevos amigos. Eso era todo. Nunca hice plata, nunca gane dinero, fama o fortuna, pero gané lo ke nunca tuve de chibolo: amigos; gente ke me escuche y personas a kienes escuchar. Y eso era suficiente. Tu debes saber ke el no doblegarse ante los embates de la moda y lo fácilmente masivo, tiene sus desventajas... -dijo el Sr. Leinad, mientras dibujaba una cínica sonrisa en su rostro-

- Pero en nuestro medio -traté de hacerme el polémico- el hacer las cosas con el corazón lo dejan a uno fuera de carrera. Todos van por la marmaja o por levantarse alguna hembrita. El que se dedica a artista: o es un gran farsante o es un loco de mierda...

- Eso de “todos tenemos algo de loco” es bien cierto. Y es ke arte y locura, van de la mano. Se supone ke el arte es una forma, o el resultado, de un tipo de locura. Solo un loco podría tener en su mente ‘melodías’, ‘imágenes’, ‘historias’... ke luego las plasma en una partitura, un lienzo o un libro. El arte es una válvula de escape por donde los individuos kanalizan y discurren todas sus angustias, ansiedades, represión, en fin: el sufrimiento. Imagínate ke no existiera el arte... El número de, lo ke la sociedad llama ‘locos’, se incrementaría como la putamadre. Porque, eso si, ‘locura’ es una cosa y ‘demencia’ es otra. La locura es, lo ke klínikamente se konoce komo la pérdida, transitoria o por un largo período de tiempo, del racionalismo normal, mientras ke la demencia es la desintegración, irreparable muchas veces, de la vida psíquica komo la konocemos. Un loco, por lo general, ‘habla’ o ‘dice’ disparates, o tiene pensamientos voladores y puede terminar haciendo una banda rock o poemas. Un demente, en cambio, es alguien ke puede ser kapas de hacer volar un edificio kon gente adentro, solo porke el color de las ventanas lo angustia.
- Pero ¿no le jode el tener que vivir en medio de pastrulos y rajados? -pregunté.

- Prefiero vivir kon drogos, a estar cerka de los defensores de la infamia o la impunidad, aunke akellos no sean más ke el resultado de estos. Las autoridades solo se preocupan por encerrar drogadíctos y estorbar el diario vivir de prostitutas, homosexuales, obreros y de los chicos en edad escolar. Prohíben conciertos de rock, porke dicen ke son perniciosos, hacen mucho ruido y suele haber peleas. Pero no hacen lo mismo kon salsódromos, chichódromos o kon los estadios de futbol, donde las drogas, la violencia y la muerte, son los ingredientes habituales.


Poco a poco fui comprendiendo porqué el señor Leinad había terminado envuelto en todo ese halo medio de fábula, de mito y de cuchichería. ‘Es un loco ’ decían. Pero en clase, el Sr. Leinad, el ‘loco’, el ‘feo’, era el mejor maestro que conocí. Sus charlas eran fabulosas, sus historias eran fabulosas: cuentos anarquistas, anécdotas universales, movimientos anti-taurinos, Diógenes, Antonín Artaud, Nietszche, Francisco de Asis, las drogas, sexo y rock’n’roll. La manera que tenía para enseñar era sencillísima y amena. Le gustaba explicar hasta lo que para cualquier domine le hubiera parecido de lo más absurdo.


- Hay personas ke kreen ke los trastes son los espacios destinados en la guitarra para hacer los akordes korrespondientes -decía el Sr.Leinad- pero en realidad ‘trastes’ son los pequeños filamentos, a veces metálicos, a veces de hueso, ke están dispuestos en el mástil del instrumento...


Y todo lo explicaba tan chévere que daba gusto estar en su clase. Inclusive cuando se volvía medio complicado, era un tío animado. Como la vez en que trató de adentrarnos en el uso y funcionamiento del Metrónomo de Doble Tiempo, inventado por el británico John McLaughlin


-McLaughlin fue uno de los grandes guitarristas de los 70 -explicaba el señor Leinad- él decía ke tomando el tiempo principal, al kual llamaremos Tempo A, el kual se puede subdividir hasta en 99 tiempos, lo kombinabas kon el Tempo B, ke también estaba subdividido en 99 tiempos, teniendo, si lo deseas, 98 tiempos en kontra. Después tenemos la palanka C. Ahora bien: si kiero un ciclo de siete, sakado del B, me dará un golpe sobre el “uno” de kada siete del B, y si empujo el kontrol hacia adentro, llegaremos a tener cinco de kada ciclo de A. Vamos a suponer ke tienen 60 golpes por minuto y la letra A está dividida en, por decir, cinco. Después tienen el ciclo B dividido por siete, entonces para kada “uno” Uds. tendrían cinco y siete A y B. Es el mismo compás subdividido diferentemente. Kon la palanca C puedo decir ‘dame uno’ cada tres del siete, lo cual solamente va a aparecer tres veces kada 21 golpes. Bajas luego el volumen del B y tienes solo el C, lo kual es una variación del B -ke no se escucha- en kontra de cinco.


El Sr. Leinad sabía llevarse bien con todos y nadie lo jodía en clase, pues, a pesar de la falta de atributos físicos, muchos lo respetaban y le tenían ley. Otros le tenían miedo. Decían que era un satanísta y que había matado a varios pastrulos solo por mirarlo. Cargaba siempre una Smith & Wesson calibre 38, ligera, de cañon corto. Los menos interesados decían que simplemente era un viejo onanista, un pajero.

Al comienzo, en las primeras reuniones a las que asistí, todo estuvo bacán. Casi todos nos reíamos de las ocurrencias de tan singular maestro y de su manera de explicar las cosas. Todos, después de una primera, y chocante impresión, nos terminábamos acostumbrando a su rostro, a sus rasgos tan poco beneficiados y a su voz.
Pasado algunos días, empero, las cosas comenzaron a cambiar un tanto. En cada nueva clase, al Sr. Leinad se le veía cada vez más triste y taciturno. Hubo sesiones en que casi no hablaba y solo se limitaba a los ejercicios en el diapasón, afinaciones en FA sostenido, escalas pentatónicas, giros y saltos de octavas menores... pero nada más. Algunos alumnos no entendían muy bien que huevada le estaba ocurriendo.

La respuesta, el motivo a este cambio súbito de humor, fue aquella tarde de Otoño en que llegó al Centro, una dama muy linda, muy hermosa. El Sr. Leinad, como cada tarde, estaba tomando un refrigerio en el cafetín del local. Aquella chica lo vió y se acercó a su mesa.

- ¿Está ocupado este asiento? -preguntó la dama, que llevaba un sencillo traje azul.
- No -le contestó el Sr. Leinad, sin mirarla.
- ¿Puedo sentarme? -dijo aquella señorita con voz muy suave.
- No sé. Si kiere. -dijo el Sr. Leinad con aire misógino pero con inocultable vergüenza.
- Pues claro que quiero -le dijo la chica con una gran sonrisa, y procedió a tomar asiento.

El Sr. Leinad, al ver su espacio invadido, hizo lo que cualquier otro feo hubiera hecho en su lugar: intentar arrancar despavorido. Pero ella se lo impidió

- ¿Porqué te vas? -inquirió la chica- ¿Te he molestado acaso?

- No, pero.... tal vez quieras estar sola.

- Por favor, lo que menos deseo en estos momentos es estar sola -se apresuró en decir la damisela que parecía estar pasando por algún tipo de crisis- solo quiero conversar con alguien. Estoy un poco desorientada y el alma se me está cayendo a pedazos. Por favor, no te vayas.
- Pero... ¿y ke podría hacer yo? -inquirió el Sr. Leinad, un tanto perplejo.

- No sé. Pero no me abandones.

- Disculpa. No lo voy a hacer. –dijo el Sr. Leinad, bajando la mirada.

- Tal vez te parezca algo trivial o tonto, pero el hombre que me gustaba me dijo que me vaya a la mierda, que nunca se fijaría en mi porque soy fea...

- ¿Fea TU? ¡Pero si tu eres una mujer preciosa! -dijo el Sr. Leinad, sin poder ocultar el súbito enrojecimiento de sus cachetes. La chica lo miró, sonrió y siguió hablando.

- Yo siempre veía a este chico cada vez que salía de su Instituto. Y me gustaba, me gustaba mucho. Hace unos días me armé de valor y decidí decircelo, decidí confesarle lo que por él sentía

- Muy mal hecho -aseveró el Sr. Leinad, como gran conocedor de estos menesteres.

- Si, mal hecho -confirmó la dama- Pero lo peor es descubrir que la persona de la cual una se a enamorado, es un patán de mierda que no tiene el más mínimo respeto por las personas, por los sentimientos... El muy roña tuvo la desfachatez de reírse de mí, delante de todos sus amigos...

- Sé de lo que hablas -decía el Sr. Leinad, con la mirada clavada en su taza de café.

-¿Alguna vez te han desairado o humillado de esa forma? -preguntó la chica.

- Tengo un promedio.... “normal” de humillaciones públicas. Pero últimamente no le he dado la oportunidad a nadie. -respondió el hombre- Además, tengo la ventaja de saberme no muy atractivo, así ke, de antemano, siempre supe ke iba a rebotar y nunca me hice ilusiones kon nadie.

- Pero yo creo que uno debe confiar en lo que le dicte su corazón -dijo ingenuamente aquella pálida señorita.

- Pero mírate a tí -dijo el Sr. Leinad- ¿Kómo has kedado después de seguir ‘los dictados de tu corazón’?

- Tienes razón -dijo la chica, y ambos se quedaron en silencio.

Se miraron un largo rato, en completo mutismo. Ella parecía tratar de buscar algo en los ojos del Sr. Leinad, tan oscuros, lóbregos, rodeado por esa maraña hirsuta de cejas y por algunos pocos cabellos que descanzaban en su frente. El Sr. Leinad, olvidándose totalmente de sus deficiencias estéticas, también la miraba, de frente, sin miedo, algo que no había hecho con persona alguna en muchos años. Afuera, una perezosa niebla húmeda comenzaba a envolver la zona, haciendo descender la temperatura considerablemente, frío que, al parecer, no parecía importarles a ninguno de los dos.

- A mi, kuando era chibolo -contaba el Sr. Leinad, ya con más valor para hablar- me decían ke el físico no era lo esencial, y ke más valor tenía la personalidad y el buen hablar. Al tiempo komprobé ke todas esas kosas eran puras babosadas, y ke lo más importante para estar en este mundo de las apariencias, es el físico, el aspecto externo de las personas. Yo una vez tuve una konversa bastante agitada kon uno de esos defensores de la teoría de ke el buen hablar, la ‘labia’, basta para konkistar a una mujer, y ke el físico es kosa sekundaria. Yo le decía ke No, ke el físico es lo primordial. Ke lo primero ke vé una mujer es el kuerpo, el rostro, el físico del hombre. Este pata me decía ke no. Pero después, él mismo me dio la razón kuando rekordó algo ke a él le había pasado: dice ke él estaba con una hembrita muy linda y estaba ke la palabreaba y la palabreaba. El es un tipo nada guapo pero kon muy buen chamullo. Es más: diría que es un tipo algo feo pero nada soporífero. Pero en fin, dice ke la chica ya estaba ‘por kaer’, kuando de pronto llega un pata rekóntra pintonázo, un churro el tío, y la chica se olvidó de mi amigo. La tía kedó embobada kon el nuevo llegante y terminó lléndose con el chico guapo.

- ¿Con el pintonazo?

- Si. Y ese tío lindo no necesitó desahacerse en lisonjas, discursos o caravanas. El chico guapo no dijo ni una sola frase inteligente o kabriolesca. Solo la miró, se la presentaron y se la llevó.

- Que fácil -dijo ella.

- Ke fácil -dijo él.

Se miraron y guardaron un soplo de silencio. El encargado del cafetín, el Sr. Enzo Bracamonte, los miraba desde el corredor. Mirno Marino, el cocinero, también estaba sorprendido de ver al Sr. Leinad conversando con una mujer... o viceversa.
La dama, mientrastanto, le agradeció al Sr. Leinad por haberse quedado. El Sr. Leinad hizo lo mismo, y notó que la mujer llevaba una de sus manos siempre cerrada, haciendo un pequeño puño o como guardando u ocultando alguna cosa.

- ¿Qué llevas en tu mano izquierda? -preguntó intrigado el Sr. Leinad.

- No sé -respondió aquella mujer- tal vez solo sea un balcón...

- ¿Eh? -se admiró el Sr. Leinad.

- ... tal vez una idea, una melodía o tal vez solo sea una nube -dijo la dama, sin mirarlo.

- Huásu... -exclamó el Sr. Leinad- tal vez sea la nube ke estuvo bailando anoche en mi ventana.

La dama, con una gran sonrisa, tomó la mano del Sr. Leinad, la abrió y puso la suya, como dándole lo que llevaba oculto.

- ¡Lo tengo! -dijo el Sr. Leinad, quien no abriría su mano en todo el resto de la tertúlia- ojalá no se me escape.

- Ojalá -dijo ella.


El cafetín, por lo general tan ruidoso y mugidor, parecía esta vez querer crear un marco de sosiego y quietud a tan inusual reunión. Al Sr. Leinad se le notaba visiblemente contento.

- Es la primera vez ke alguien me obsekia una nube -dijo el Sr. Leinad.

- Lo malo con la mayoría de la gente -comenzó a establecer la dama- es que ya nadie quiere creer en la fuerza de la imaginación. Todo tiene que ser material, tocable, tactáble. Solo creen en aquello que sea suceptible de ser probado. Tienen más seguridad frente a un hardware que a un software.

- Es ke también está el miedo -dijo el Sr. Leinad- la gente le teme a lo ke no conoce, a lo ke no puede ver y a lo ke no se puede sobornar. Muchos dicen no kreer, por ejemplo, en fantasmas, platillos voladores o en el amor, pero en el fondo lo ke esperan es ke en realidad no existan. Tienen miedo. El úniko software humano, las únicas sensaciones humanas ke han inkrementado su popularidad a traves de los siglos, son el sexo y la maldad.

- De ese software deben de estar viviendo muchos piratas de Wilson -dijo la dama con una sonrisa- deben de salirles pedidos a montones...

- Sí. Es ke lo malo kon la mentalidad de Occidente -se puso a discernir el Sr. Leinad- es ke todos miran hacia fuera, todos miran lo más fácil de ver, lo evidente. Imagínate ke, de pronto, deje de haber toca-cintas, VHS’s, leedor de CDs, televisión... ¡carajo! Todos se irían a la mierda, la humanidad no tendría nada ke ver u oír. Sus vidas obtúzas, programáticas y alienadas, no tendrían sendero alguno...

- Sería un desastre de proporciones apocalípticas -dijo la chica, quien seguía con mucho interés lo que decía el Sr. Leinad.

- En kambio –continuó el Sr. Leinad- eso no pasaría en civilizaciones ke no están akostumbradas a mirar hacia fuera, sino hacia dentro: los hindúes, los chinos, los penachudos del Nepal, nuestra gente de las serranías ke aún tienen kontacto kon sus fuerzas invisibles, algunos artístas, en fin. Kreo ke tipos komo yo serían menos despreciados en culturas komo ésas... –sentenció el Sr. Leinad con una cínica mueca a modo de sonrisa.

- Es que en verdad la gente sólo aprecia los exitos materiales y se han olvidado del espíritu -dijo la chica al tiempo que se arreglaba el cabello- es por eso que a mí me gustan aquellas personas que son tildadas de ‘locos’; son mentes libres, creadoras y habitantes de mundos mágicos e idílicos.

- Es por eso ke los encierran -dijo muy seriamente el Sr. Leinad- son gente peligrosa para la salud del sistema. El sistema, el establishment, no puede tolerar el hecho ke los seres humanos funcionen komo entidades individuales, komo entes aislados del mundo. Todos tienen ke estar sujetos a las normas sociales kreadas por unos infradotados ke lo úniko ke desean es la sujeción del hombre al dominio del montón, la integración a la manada. Para eso tienen a la policía, a los políticos, a los comerciantes creadores de necesidades, a los medios masivos basura y a los psicólogos.

- ¡Psicólogos! ¡Puágghh! -acotó sabiamente la chica- Esos sabelotodos tienen una pseudo explicación para todo. Dicen que encierran a la gente para ‘protegerlos’ del mundo y todavía se hacen llamar ‘Psicólogos’, ‘Psiquiatras’, cuando en realidad ninguno de ésos se ocupa realmente de la ‘psique’, del alma, del espíritu, y solo se ocupan de la mente y de observar la conducta de los demás.

- Es por eso ke hubo kienes kisieron kambiar la denominación ‘Psicología’ por ‘Mentología’, el estudio de la mente -acotó enteradamente el Sr. Leinad.

- ‘Mentología’, ‘Anti-psiquiatría’, ‘Conductismo’, ‘Praxiología’... ¡todas son la misma y destructiva tontería! -dijo la chica, con evidente enfado- pues al final siempre recurren a las terapias a base de fármacos, al electroshock, la insulina y a la leucotomía. Son unos malditos fabricadores de sofismas que lo único que quieren es crear robots que hagan lo que los estatutos dicen que tienes que hacer. Solo quieren crear sustitutos, imitaciones de seres humanos, sin ninguna de las cualidades básicas de los verdaderos seres humanos...

-Es por eso ke todos los sustitutos de la vida -decía el Sr. Leinad- todos los sucedaneos de nuestra existencia, los reeplazantes, tienen éxito: los travéstis, por ejemplo, los homosexuales, sin tener nada en kontra de estas personas, son más exitosos ke las mujeres; los demagogos tienen más éxito ke los pensadores libertarios, los artístas comerciales tienen más figuración ke los artístas probos. Hasta las flores de plástico son preferidas a las flores reales.

- Y la gente prefiere los aromas envasados a los perfumes naturales -sumó la chica.

-La gente no aprecia lo policromático de la naturaleza -continuó Leinad- y solo llega a disfrutarla en un fotograma o una película. Ahí recién se dan kuenta ke el mundo está lleno de kolores. Las mujeres del mundo ‘civilizado’ no gustan de los sensitivos, de los ke hacen del afecto su bandera. No. Las mujeres prefieren a los patanes, a los engañadores, a los mujeriegos, tipos ke tienen más kontácto kon lo material y están menos comprometidos kon alguna causa noble. Les parecen audáces y graciosos. ¡De ésos se enamoran las mujeres!

- Tienes una evidencia delante de ti -dijo la chica y luego sonrió.

- Un chibolito o un perro están más cerca de lo humano ke toda la humanidad adulta y presuntamente konciente. El afecto es algo ya en desuso, un anacronismo.

- Sí. El afecto está en extinción -dijo la dama, mirando al vacío.

- Kreo ke los epitimólogos deben estar muriéndose de hambre -dijo el Sr. Leinad, y la chica comenzó a reír.

- Sí.... -dijo la dama, entre risas- también los timopsicólogos -y volvió a soltar una carcajada.

Al Sr. Leinad le parecía un sueño. No podía creer que esté sosteniendo una conversación tan larga con una dama tan bella y que esta no se haya ido aún. Al contrario: parecía que ella disfrutaba mucho con la plática.

- Pero por ejemplo tu -dijo la chica mirando directamente a los ojos del Sr. Leinad- tu a mí me pareces un tipo atractivo, tu mirada, tu forma de hablar...

- ¿Ke?! -dijo el hombre, sin poder esconder su perplejidad- no seas kruel, niña...

- ¡En serio! Tu me pareces un tipo guapo. Y encima pareces alguien muy culto, que no parece que esté apegado a las cosas materiales... y no eres aburrido.

- Solo falta ke digas ke soy gracioso y ke bailo muy bien... -dijo el Sr. Leinad, intentando ser procaz.

- Puede ser -dijo la chica, con una coqueta mirada- aún no te conozco bien, tal vez pa’ la próxima vayamos a bailar...

- UUuuuu... y eso kuándo será -dijo Leinad, esperando una propuesta imposible.

- Pues mañana. Yo puedo venir acá a la misma hora. Si estás aquí, de seguro podríamos seguir conversando o, si quieres, podríamos salir a algún lado.

- ....... Me gustaría muchísimo -musitó el Sr. Leinad.

- Pues entonces... hasta mañana.


Y la dama se levantó, dio media vuelta y se fué. El Señor Leinad, el misógino, el duro, el hombre de los arpegios diatónicos y los acordes de séptimas disminuidas, de tricordes de acentos quebradizos y destructor de estructuras melífluas... se encontraba totalmente amartelado, ido, prendado, seducido, lelo, cautivo, camelado, absorto, idiota, embabosado... pero radiante, fulgente. Casi casi felíz.

La tarde siguiente, dicen que el Sr. Leinad estuvo sentado en el mismo sitio, a la misma hora y con evidente y tangible excitación. Pero, la hora pasó y la chica nunca llegó. Aquella mujer de la cual nunca supo ni su nombre, no se acercó para nada.

- Era lo lógiko -mascullaría luego el Sr. Leinad, amargamente- ¿Kómo chucha se me iba a okurrir ke akella mujer tan linda, regresaría?. Deben de haber tantos kompadres revoloteándola komo satélites. Kreo ke, ahora si, me pasé de huevón.


Por ello, al profesor Leinad, cada vez que se sentaba a tomar un café, o almorzaba, se le humedecían los ojos, de rabia, de vergüenza, de pena, pero parecía que solo yo me daba cuenta. Luego, a unos días de suceder esto, me enteraría de la razón por la que aquella mujer nunca se apareció: la dama en cuestión fue una de las tantas enfermas mentales que escaparon del manicomio del costado. Una chica que, humillada por un idiota que la rechazó hacía ya tres años, buscó refugio en el ensimismamiento, el autismo extremo, algo que los médicos suelen calificar como: ‘locura’. Una hermosa dama que intentó suicidarse varias veces y se le dio por escapar de su casa con angustiante regularidad. ‘Desquiciamiento por Causas Sociales’, explicaron los doctores. Hasta que por fin, al no tener otras soluciones a la mano, decidieron internarla.
Y aquella chica, justamente ella, la más bonita de las internas de aquel sanatorio, tuvo que irse a sentar, precisamente, donde se encontraba el Sr. Leinad.

Nunca pude averiguar el nombre de aquella dama. Solo sé que estuvo en el cuarto 7, del pabellón 18, del Albergue de Tratamiento Mental de las Hermanas de la Caridad, un lugar superpoblado donde van a parar todos los esquizoides, psicóticos y enajenados, cuyos familiares ya no desean hacerse cargo. De allí, tras aquella fuga, la dama fue trasladada, junto con otras internas, a un nosocómio del norte.

Es por eso que, aún hoy, me sigo preguntando si debiera o no decirle lo que sé al Señor Leinad. Lo único que me a quedado por hacer es continuar asistiendo a sus cátedras, a sus tristes soliloquios sobre armonía, a los ejercicios de solfeo y a las lecciones de música del atribulado Señor Leinad, el hombre que, en una tarde de Otoño, se encontró con una dama que le dio momentánea compañía, una fugaz esperanza, un recuerdo y... una nube.

By Gustavito Producciones™

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