miércoles, 13 de febrero de 2008

( * ) Los Cuatro Destinos de Laertes.


Aquí dejo a consideración un segundo relato de mi autoría, Esta vez inspirado por el genio Norm (ver Padrinos Mágicos) y por el cuento del Diablo en la Botella (Bottle Imp) del escritor escocés Robert Louis Stevenson.

Algunos bares son lugares de perdición, algunos otros lo son de alegrías y reencuentros, otros, de lágrimas y penas, hay muchos tipos de bares y muchas cosas que en ellos acontecen. Pero principalmente, creo yo, indistintamente del tipo de bar que sea, son todos mares de historias. Una noche de invierno en la que me encontraba navegando en uno de estos mares, conocí a un sujeto muy singular, cuya historia merece ser contada. Su apariencia desaliñada, su barba de varios días y sus cabellos sin peinar, construían la apariencia de quien no tiene motivos para volver a casa. Había, sin embargo, una vivacidad tremenda en su mirada y su hablar elocuente que me animaron a escucharlo.

Mi nombre es Laertes, solía trabajar, cuando joven, como mecánico automotor, harto de la poca paga y los malos tratos del dueño del taller, decidí aventurarme como mecánico de motores en un barco carguero.

Zarpamos del puerto del Callao y luego de ocho meses entre arribos y salidas, llegamos al puerto de Alejandría en la costa norte de Egipto, lugar donde el carguero permanecería seis días. Terminadas mis labores de mantenimiento preventivo obtuve permiso para descender a tierra, aproveché entonces para pasear por el puerto y recorrer sus alrededores.

Mis pasos me llevaron a un mercado cercano, ruidoso y caótico, la gente gritaba y regateaba y aun que parece que pelean, es la forma usual de negociación por estas latitudes. Un puesto en particular me llamó la atención por tener piezas de apariencia antigua pero que visiblemente son réplicas de objetos de arte del antiguo Egipto, uno de estos objetos logró cautivarme de manera especial, estaba cuidadosamente bien hecho, me refiero a que aparentaba real antigüedad. Pronto me ví en posesión de un pequeño ídolo de vidrio negro que representa al dios egipcio Anubis.

Pasados los seis días, partimos con rumbo sur a Ciudad del Cabo. Con rumbo fijo y sin mucho trabajo, dedicaba algo de tiempo a la lectura en mi camarote. Una noche, al colocar mi taza de café sobre la mesa de noche, empujé accidentalmente el ídolo de Anubis y éste fué a dar contra el suelo metálico y para mi sorpresa, no se rompió, sin embargo noté que la cabeza del Señor de la Necrópolis se había torcido, cosa que me pareció por demás extraña en un adorno de vidrio. Al examinar la pieza pude notar que la cabeza es una especie de tapa, con algo de esfuerzo y con la ayuda de una navaja, logré destapar la pequeña botella.

Al instante experimenté una sensación de mareo, al mismo tiempo que un olor rancio y podrido inundaba la habitación, coloqué la botella sobre la mesa de noche, y justo cuando me dirigía a abrir la venta, me sorprendió la visión de algo increíble y escalofriante:

Frente a mí, vi materializarse lo que al principio pensé que era un niño, su rostro era joven pero aparentaba experiencia y en definitiva, no era humano, su mirada: fija y severa, sus ojos rojos como la sangre, su piel cobriza y sus cabellos negros como noche sin luna, iba ataviado con una rústica túnica de color negro sin ornamentación alguna. Descalzo y parado frente a mí, hizo una breve reverencia y pronunció palabras que no pude entender.

Sólo la suerte impidió que caiga yo desmayado por la impresión o muerto de un infarto. Aún muy asustado y sin entender bien lo que estaba sucediendo, llegué a decirle que no le comprendía. Este ser me observó fijamente como si tratara de leer mi mente, y al cabo de unos segundos se presentó de esta manera.

—Kayhan Ben-Ahmadineyad es mi nombre —me dijo. Y luego continuó explicando— mis enemigos, haciendo uso de poderosos encantamientos, unieron fuerzas y me encerraron en esta botella hace muchos años y me abandonaron en este plano de existencia —lo que dijo dentro de todo este contexto se me antojó salido de un cuento para niños y ya después reflexioné que historias de genios y lámparas maravillosas se habían contado miles de años atrás y que quizás tendrían algún asidero en la realidad misma.

—Y... ¿Qué eres exactamente? —pregunté.

—Soy un efrit y en agradecimiento por mi liberación habré de concederte 3 deseos al final de los cuales seré libre incondicionalmente —respondió con solemnidad.

No podía creer lo que me estaba ocurriendo y mucho menos lo que estaba escuchando, llegué a pensar que estaba alucinando. He oído decir que cuando uno se vuelve loco comienza con alucinaciones, algunos creen hablar hasta con Dios. ¡Y vaya que esto era una locura!. Tenía frente a mí nada menos que a una especie de geniecillo de botella mágica y me lo estaba creyendo.

—Entonces. ¿Qué vas a desear? —Me dijo, interrumpiendo así mis cavilaciones.

—Muy bien —Le dije, recobrando un poco la calma.— Primero vas a decirme por qué es que te encerraron y castigaron de esa manera—

—¿Deseas saber el motivo de mi encierro? No comprendo por qué pero te diré mi historia —y comenzó entonces a relatarme más o menos lo que le había acontecido.

En otro tiempo, muchos años atrás, fue convocada una gran cantidad de efrits desde nuestro plano natural de existencia. Una fuerza poderosa abrió un paso a tu mundo y llegué junto con una legión de setenta y dos miembros.

El rey Sulaymán, tenía en su poder un libro grimorio muy antiguo, en el que se detallan los pasos para conjurarnos, este libro también contiene todo el conocimiento y los métodos para obligar a los seres de mi especie a cumplir favores a tu raza.

No le fue fácil a Sulaymán tener el dominio de la legión, aun que finalmente logró forzar a algunos a servirle y a hacer grandes y magníficas edificaciones en nombre de su Dios y su religión y a conseguir para sí cuantiosas riquezas. Algunos otros nos revelamos y opusimos fuertemente a su mandato y es así que se desarrolló una batalla en la que los rebeldes no pudimos salir victoriosos. Siendo seres inmortales en este plano, fuimos encerrados en recipientes de representaciones sagradas, como ese de Anubis, y abandonados en diversos lugares, condenados a esta prisión hasta el día la Rendición de Cuentas.

Sulaymán ofreció pergaminos de libertad a los efrits que estuvieran de su lado, pergaminos que entregaría el día de su muerte. En tales escrituras se detallan los encantamientos necesarios para volver a nuestro plano natural de existencia. Y cuando deje yo de ser tu esclavo dedicaré mis días a encontrar esos hechizos.
—Tu deseo ha sido concedido, he concluido mi historia —me dijo, y tras una breve pausa añadió— Te quedan ahora dos deseos.

—¿De qué estas hablando? —Exclamé sorprendido— Yo solamente quise saber la razón de tu encierro para tener una idea de...

—Es así —me interrumpió— que pregunté si era tu deseo el conocer mi historia y con tu silencio y venia aceptaste, pues, he cumplido tu primer deseo.

¡Ah embustero! El muy astuto ser me había engañado. Tenía que tener más cuidado si no quería desperdiciar mis otros dos deseos. Tenía que pensar con calma y claridad, así que me dispuse a traerme otra taza de café.

—¿Deseas otra taza de café? —me preguntó astutamente este embaucador de otro mundo.

—¡Ja! —respondí.— ¿Acaso me crees tan tonto como para caer nuevamente en tu zancadilla? Ni lo pienses. Este café lo quiero preparar yo mismo.

—Pues, como desees amo, te concedo preparar tu propio café — dijo con mucha ironía provocando mi furia. El maldito lo volvió a hacer y tonto de mí que dije que lo quería preparar, eso expresaba claramente un deseo y éste efrit me lo concedió, ahora me quedaba sólo uno y no podía desperdiciarlo. Sabía que cualquier cosa que yo dijera, la usaría el efrit para liberarse de mí lo antes posible.

—Escúchame bien, Kayhan, voy a formular mi deseo, pero no me interrumpirás ni cumplirás nada hasta que hayas escuchado decir la frase: Es esto cuanto deseo. —Sin darle tiempo a responderme o repreguntar, continué inmediatamente.— Me vas a entregar un mapa de mi mundo, en él vas a marcar los lugares donde se encuentran las botellas de los efrits que aún quedan prisioneros. En la parte de atrás del mapa escribirás en mi idioma y en caracteres que yo pueda leer fácilmente, instrucciones precisas de cómo hallar las botellas, la forma y el dios que representa cada una de ellas. La calidad del papel en el que esté el mapa será de la mejor, al igual que la tinta, deben ser muy resistentes. Es esto cuanto deseo.

—Podrías —dijo el geniecillo, encarnando perfectamente la ironía y la soberbia— haber deseado tener todas esas botellas aquí delante de ti, pero ya que quieres un mapa, pues, concedido.

Y diciendo esto, desapareció junto con su fétido olor. El ornamento con la forma de Anubis yacía roto en varios fragmentos sobre mi mesa de noche, debajo de los pedazos de vidrio negro estaba el mapa que pedí con todos sus pormenores.

Así es, amigo mío, que aprovechando mi trabajo en el buque mercante y los viajes a los que me lleva, me dispongo a buscar las cuatro botellas que están señaladas en el mapa.

Vaya tipo simpático este Laertes, trae consigo una historia de lo más increíble, me pone a pensar qué es lo que le impulsaría a contarle tal cosa a un extraño en un bar.

1 comentario:

Fico dijo...

"Una noche, al colocar mi taza de café sobre la mesa de noche" esta frase me parece que no esta correctamente usada(noche-noche).
creo que deberías trabajar un poco en el ambiente que rodea a los personajes (para que el lector se adentre en la historia.)
por lo demás me parece una buena historia y estaré a la espera de las próximas publicaciones :)
PD: el tipo de botella que encierra a cada genio tiene algún significado?

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